viernes, 12 de septiembre de 2008

Explicación para Uve

Hace treinta y seis años que te debo una explicación: no te quise como tú esperabas. Nunca estuve enamorado de ti, y sin embargo acepté salir contigo… así se decía entonces. Yo tenía veinte años, era estudiante y no tenía en la cabeza el menor plan de futuro… tú veintisiete, eras una rubia atractiva, que trabajaba en un banco —trabajo que te buscó, por cierto, un ministro de Franco, agradecido porque tu padre le salvó la vida durante la guerra—, y llevabas unTriumph deportivo, blanco, de dos plazas y descapotable, que me dejabas conducir para irnos al sitio discreto y oscuro donde nos metíamos mano. La radio del coche tenía la luz verde y, de la vergüenza que te daba sentirte iluminada, la tapabas con un dedo mientras nos besábamos. ¿Recuerdas? Parecía que a oscuras era menos pecado para ti.

Simplemente todos se emparejaron y nos dejaron solos… así que salimos juntos, no nos quedó otra alternativa. Fue por descarte. Yo no estuve enamorado de ti, seguramente lo viste enseguida, pero eras tan buena persona que soñabas que el tiempo obrara el milagro. Y lo más seguro es que tampoco te importara demasiado, creo que necesitabas por encima de todo huir de la soledad e imaginarte amada y acompañada. Era eso lo que se esperaba en ese tiempo para una mujer con veintisiete años cumplidos, que ya no estuviera sola, y yo era lo que tenías a mano. En realidad, lo único que tenías a mano.

No, nunca hubo chispa entre nosotros. Ni siquiera hubo sexo medioapañao porque al mes de empezar lo nuestro murió tu padre y te vestiste de negro completamente. Fue un luto de Andalucía profunda, y no podíamos ir con la gente, ni reír abiertamente, ni disfrutar porque cualquier disfrute te hacía sentir culpable… ¡Pobrecita! No logré —no me dejaste— bajar de la cintura ni jugar debajo de tu falda… venías de un pequeño pueblo de mil habitantes, por la serranía de Ronda, y yo no se si era la educación religiosa, algún trauma infantil o qué cosa era, pero lo llevabas fatal… las tres veces que te alcancé un pezón te quedaste sin respiración, dando boqueadas como un pez fuera del agua. Lo recuerdo con un poco de pánico, fue en el muelle de la Puntilla, en la misma bocana del puerto, y después de cada episodio prometía no volver a tocarte. Luego me enteré que te apuntaste a un gimnasio para hacer gimnasia respiratoria a ver si superabas la impresión…

...pero ahora que lo pienso, a lo mejor era que alcanzabas un enorme orgasmo cada vez que te rozaba un pezón y servidor sin enterarse. ¡Yo es que entonces era muy joven y muy inexperto!



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