viernes, 22 de agosto de 2008

Crónicas de un currante en agosto (II)

20 de agosto: No creo que aguante diez días más. Las cucarachas están saliendo de sus escondrijos y me vigilan. No les queda comida y saben que yo tengo comida. Me acechan. He agotado el cucal, y lo saben. Son muy listas. Llevo dos días sin dormir y he matado cientos de cucarachas que querían comer mis últimas raciones. He guardado la comida en lo más profundo, pero ellas saben encontrarla. Y, por más que aplasto, más salen. Las cucarachas muertas huelen a cucarachas muertas. Hay millones de cucarachas vivas, y me miran con descaro. Saben que tarde o temprano caeré dormido de nuevo… y entonces tal vez no despierte. Me parece que se ríen de mí.

También me queda poca agua. La he escondido y la bebo cuando el sol está en lo más alto porque entonces las cucarachas están bajo tierra y no me la disputan.

Mi única esperanza es llegar vivo al primero de septiembre porque entonces no estaré solo y otros humanos me ayudarán a matar cucarachas. Sueño con matar cucarachas —es lo mejor de esta vida, matarlas lentamente para que sufran— y me corro en sueños cuando lo sueño... pero eso no es bueno porque a las cabronas las vuelve locas el semen y me rodean y me cubren. No hay sonido más delicioso que el crujir de sus caparazones bajo mi zapato. Odio a las cucarachas, pero se que cuando duermo recorren mi cuerpo y hasta beben de mi boca semiabierta... las odio. Las odio con todas mis fuerzas, que ya son pocas... Se ríen de mí desde lo alto del mueble de la cocina, ¿no veis como vibran sus antenas?

— ¡Hijas de puta! ¡Os voy a matar!

¡Que alguien me ayude, por el amor de Dios! Estoy solo y las cucarachas me rodean... No estoy loco, solo soy un currante en agosto, un ser humano solitario...

¿Dónde está la gente?

¿Alguien me escucha?

¿Hay alguien ahí…?


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