martes, 22 de enero de 2008

Mi gente sorprendente: Don César y Yebel Musa

[Escribo esta entrada pensando en Blasftone, otro viajero]

Era la niña más guapa que apareció por el barrio. Sol era rubia natural, con el pelo largo. Tenía once años y me enamoré perdidamente de ella... por supuesto, no me hizo puñetero caso. Sí; no lo he olvidado, quedé prendado de Sol... lo mismo le pasó a don César, su padre, que quedó prendado de la Mujer Muerta. Pero él, a diferencia de servidor, la hizo suya numerosas veces.

FALTA FOTO

Hace treinta años el poblado de Belliunech era apenas un puñado de casas desperdigadas en la falda de la Mujer Muerta (Yebel Musa), en la costa marroquí del estrecho de Gibraltar, entre Ceuta y Tánger.

En la costa marroquí del estrecho, frente al islote de Perejil, se alza Yebel Musa (montaña de Musa), aunque todos los ceutíes la llamamos Mujer Muerta. Debe su nombre a Musa Ibn Nusayr, walí de Ifriqiya y el Magrib. Musa y Tarik Ibn Malluk fueron los dos caudillos musulmanes que iniciaron la conquista de la península ibérica en 711... [de ahí viene que Aznar explique con displicencia a sus amigos americanos que nosotros, los españoles, somos viejos conocedores de estos asuntos tan modernos para otros].

La primera vez que don César hizo cumbre en Yebel Musa, encontró a Absalam Ben Absalam Naehmi rezando en la rústica zawiya (pequeño altar musulmán) que corona la montaña. Se hicieron amigos en ese momento y la amistad les duró siempre. De un lado, Naehmi, un pacífico lugareño de Belliunech, sin estudios, pero sabio; religioso, solía subir en solitario casi todos los días a rezar a la cumbre. De otro lado, don César, de origen castellano, tal vez agnóstico; caminante y telegrafista; empresario, profesor de inglés, alemán y esperanto... ambos enamorados de la misma mujer; juntos la acariciaron numerosas veces. Y sentados sobre una roca, en la cumbre, hablaron de cosas tranquilas.

Pero, pasados los años, los separó la vida. Don César, jubilado, marchó a Tarifa… y ELLA quedó al otro lado del mismo mar. Naehmi, con paso más cansino, siguió coronando en solitario el duro pecho de la mujer que compartió tantas veces con su amigo.

FALTA FOTO

"ELLA quedó al otro lado del mismo mar..." Jubilado, la observaba desde la otra orilla.
La dibujó desde el Tajo de la Corza, en la parte española del estrecho.
La foto es cortesía de su hijo César.

Cuenta mi amigo César —hijo de don César— que fue entonces cuando decidió volver a coronar el Musa... pero sin usar el barco. Bordearía el Mare Nostrum, de Algeciras a Estambul, y de Estambul a Ceuta para superar los escasos catorce kilómetros de mar. Y sencillamente comenzó otro de sus largos viajes en solitario. Tomó su vieja mochila, su saco de dormir y comenzó a caminar... nunca usó otro hotel que no fuese el de un millón de estrellas. Ascendió el Levante Español, “...pasó a Francia, cruzó Italia y Yugoslavia. Atravesó Bulgaria y Grecia. En Turquía abandonó Europa por el paso de los Dardanelos. En Asia, atravesó el Líbano, Siria, Jordania e Israel. Pero en 1986, cuando caminaba por Egipto, su tercer continente, el presidente norteamericano Ronald Reagan decidió ejecutar lo que denominó “una autodefensa ante un futuro ataque de Libia” (que suena a un claro antecedente de otras indecencias preventivas), es decir, bombardeó el país buscando eliminar físicamente a Mohamar el Gadafi, su presidente. Pero falló y el pobre sólo pudo matar, entre otros, a una de sus hijas. Ahí acabó su suerte y su viaje...”

Naehmi y don César no volvieron a encontrarse. Dicen que ELLA no ha encontrado mejores amantes.

MÁS SOBRE DON CÉSAR MOSTEYRÍN. A lo largo de su vida, don César caminó por gran parte de Europa; recorrió varias veces los Estados Unidos; conocía cada rincón de la geografía española… sin embargo no dejó constancia escrita de sus caminos: simplemente los dibujó. Su familia conserva cientos y cientos de apuntes que hizo de los lugares que visitó. Los hacía en papeles de sucio, a lápiz o bolígrafo. Como era daltónico, posteriormente, su hijo César los coloreó. Aquí sus dibujos. “Dicen que una imagen vale más que mil palabras, pero un recuerdo es inmortal mientras podamos evocarlo. Sirvan estas palabras para recordar a don César Mosteyrín…” Gracias a él, servidor conoció a SOL y alcanzó el cielo de la Mujer Muerta.

[Los párrafos en cursivas están extraídos de Crónicas de Villajovita]




No hay comentarios: