domingo, 9 de septiembre de 2007

Lo siento, me gusta Gran Hermano

Yo creo que fue mi padre, mientras me daba de cenar el huevo pasado por agua, a mediados de los años 50. Él me contaba historias fabulosas sobre una balsa de troncos que se llamaba Kon-tiki, gobernada por Thor Heyerdahl, un vikingo rubio y barbudo, que atravesaban todo el pacífico en medio de peligrosos temporales para demostrar unateoría... ¡Eso de demostrar una teoría debía ser algo fascinante! Yo creo que desde entonces me atraen ese tipo de situaciones extremas y un poco claustrofóbicas.

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La expedición Kon-Tiki partió de El Callao, en Perú, el 28 de abril de 1947.
El viaje terminó al encallar la balsa en unos arrecifes de coral en la isla Raroia, en la Polinesia, el 7 de agosto, después de haber navegado casi 7.000 km durante 101 días.

Muchos años más tarde, leí Acali, el experimento del antropólogo Santiago Genovés, que intentó atravesar el Atlántico en una balsa de ochenta metros cuadrados, con seis mujeres y cinco hombres –uno de ellos sacerdote- de distintas razas, idiomas, culturas y creencias religiosas. Obligados a convivir hacinados, y sin la privacidad mínima ni para ejercer las funciones fisiológicas más primarias. Si a esto le sumamos la permanente exposición a peligros durante tres meses, hace de la situación un modelo explosivo para estudiar comportamientos humanos en condiciones extremas. ¡Fascinante!

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Acali, la balsa de Santiago Genovés y la imagen de Gran Hermano

Pero para condiciones extremas y reales, valga el caso de los ciento cuarenta y seis náufragos de la fragata Medusa, que en 1816 improvisaron una balsa para sobrevivir, y después de trece días de navegación sólo quedaron quince hombres con vida... la falta de agua, comida y la muerte cercana provocaron masacres, suicidios, muertos por cansancio, frío... y por antropofagia.

Y hablando de antropofagia, cuando mi compi de la vida era jovencita participó en una obra de teatro del polaco Slawomir Mrozek titulada En alta mar (o la mesa está servida). En ella, tres náufragos que sobreviven en una balsa deben tomar una decisión vital: comerse a uno de ellos para sobrevivir. Esto parece el mal menor y necesario, pero ¿quién es el sacrificado? En este punto es cuando aparecen las ambiciones más profundas, los intereses más egoístas, y surgen alianzas efímeras contra el tercero, y las corrupciones y los enfrentamientos cuando todo parece estar en orden... (Mi compi creo que se llevó la peor parte en la obra... pero, afortunadamente, era pura ficción, a la larga el que se la comió a besos fue servidor)

En los tres casos se repite la misma situación claustrofóbica: un grupo de humanos obligados a convivir en un lugar cerrado sin posibilidad de escapar, donde se desarrollan espontáneamente estrategias –a veces despiadadas- para auto organizar el grupo y conquistar un estatus dentro de él (sexo, liderazgo, poder), o simplemente para sobrevivir. Y este planteamiento se repite en multitud de obras de ficción y situaciones reales.

Lo siento.... esto es exactamente lo que me fascina del programa de tele realidad Gran Hermano: la evolución de los comportamientos, las alianzas que se establecen entre los concursantes, los intereses que afloran y cambian según las circunstancias, las personalidades que se muestran, las contradicciones, etc., etc., Pero sobre todo, la perversidad que supone obligación de traicionarse para que uno tras otro sean expulsados del pequeño universo. El programa tiene una parte de experimento antropológico que me fascina... lo siento, así es, y no me abochorna decirlo, ¡que pa eso uno ejerce de homo sapiens venido a menos!




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