viernes, 31 de agosto de 2007

Mi gente sorprendente: A_Cooper

Es una cuestión de suerte. Vivir toda la vida con la misma pareja, con más momentos felices que infelices, y con un mínimo calidad emocional, es una cuestión de suerte. Si te toca te puedes dar por afortunado, y si no, te jodes.

FALTA FOTO
Esta es una pareja anónima, pero bien podrían ser A_Cooper y el ingeniero de submarinos con complejo de Edipo

La mayoría de mis amigos cercanos han tenido suerte, permanecen bastante felices con la misma pareja desde que se casaron... los menos son los que han tenido fracasos matrimoniales —digo matrimoniales porque los de mi generación nos casábamos como Dios manda... ha sido después cuando nos hemos liberado—.

Y algunos de estos, como los Puretas del Ron Brugal —ya sabéis, aquellos cuarentones con malas experiencias personales... y pelín solos. Con esa soledad no buscada, que es la peor, la que a veces se enseñorea de la casa, del trabajo y hasta de una playa por ancha que parezca…— se les ha arreglado la vida porque, casi sin buscar, se han topado con un arsenal de buenos momentos. ¡La suerte, que les ha tardado en llegar!

Pero hay otras personas, como mi amiga A_Cooper, madre y separada, —perdonad que no incluya más detalles, ya lo entenderéis— que no consigue encontrar al hombre que la haga feliz más de unos meses... pero como ella es así de tozuda, insiste en la búsqueda, y a fuerza de insistir, me dice ayer por teléfono que tiene cientos de experiencias con los hombres.

— ¡Pero, Milan, créete lo que te digo: ci-en-tos! —Me recalca. Y luego me hace una propuesta decente—. ¡Si tu quieres nos ponemos un día y escribimos un libro azín de gordo, que yo me acuerdo de todo-todo!

¡Oye, me quedé…! Y debe ser verdad, porque sólo los cinco o seis novios que yo le conozco podrían dar para varios ensayos. Que servidor recuerde, tuvo un novio carpintero que le arregló todos los muebles de la casa para convencerla de su amor… y ella se dejó convencer. Otro se dedicaba a construir su propio barco velero en una de las islas, y hasta vivía a bordo; pero por su amor navegó unas dos mil millas en el velero a medio terminar para acercarse a ella. Otro era gordo, con barriguita cervecera y vendía jamones de bellota y coches de lujo… a este no sé qué cosa le vio, y además acabaron fatal. Tuvo también un novio rarísimo (la verdad es que todos han sido un poco raros), cuarentón e hijo único, que era ingeniero y construía submarinos turísticos para hoteles de lujo del Caribe, pero el hombre tenía unos problemas enormes porque salir con A_Cooper suponía traicionar la lealtad hacia su santa madre, viuda ella. Yo creo que incluso follaron muy poco porque el hombre se sentía culpable en los momentos de calentura… y así no hay manera.

Esto no pasaba –afortunadamente- con su novio bombero, que por lo visto, el hombre estaba como un queso y pasaba de complejos de Edipo y demás tonterías. Este apagaba los fuegos como Dios manda: a manguerazos.

Pero para mangueras la de su novio nigeriano. El negrito también era ingeniero, y por lo visto, manejaba una manguera enorme. Conste que se lo dije a la chiquilla, ¡se lo tenía que decir!:

— Oye, A_Cooper, si escribimos el libro habrá que meter cosas sexuales, que eso gusta al personal y como que se vende bien, ¡que no todo van a ser descripciones de personalidad y conflictos emocionales! ¿no?—

No me contestó abiertamente, pero yo creo que le podré sacar alguna cosilla con enjundia. ¡Así que atentos, que aquí hay materia!




No hay comentarios: