Nos pasamos la vida enseñándoles a volar. Y cuando alzan el vuelo y regresamos al nido vacío percibimos que NO han sido suficientes las palabras habladas. Siempre nos queda la última, atrancada en el corazón, apenas esbozada y siempre pospuesta para mejor ocasión… y con el batir de alas, con la ráfaga del vuelo, en el aire se desvanece un abrazo pendiente, algo más fuerte que el anterior, para cuando vuelvan.
Y nunca tendremos la seguridad de haberles enseñado la mejor derrota, el mejor rumbo… porque el horizonte que teníamos para ellos —lo que sería su punto de partida— era amplio y con referencias confusas.
A estas alturas de la vida, nuestro vuelo ya es rasante, de horizonte próximo… pero el de ellos es alto y alcanzará la misteriosa línea que cae más allá del viejo barco…
Nada es eterno en nuestro concepto. Inevitablemente quedaremos en el camino como una etapa. Y el impulso de su vuelo nos apegará a la tierra… pero verles volar libres y felices será nuestra máxima conquista.
FALTA FOTO
Ibis Eremita oteando el horizonte desde la playa (Sierra del Retín) La foto es de Alex
Y nunca tendremos la seguridad de haberles enseñado la mejor derrota, el mejor rumbo… porque el horizonte que teníamos para ellos —lo que sería su punto de partida— era amplio y con referencias confusas.
FALTA FOTO
Proyecto Eremita. Ibis en la playa del Retín. La foto es de Alex
A estas alturas de la vida, nuestro vuelo ya es rasante, de horizonte próximo… pero el de ellos es alto y alcanzará la misteriosa línea que cae más allá del viejo barco…
FALTA FOTO
Nada es eterno en nuestro concepto. Inevitablemente quedaremos en el camino como una etapa. Y el impulso de su vuelo nos apegará a la tierra… pero verles volar libres y felices será nuestra máxima conquista.
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