martes, 31 de julio de 2007

Crónicas de unas vacaciones caseras: La Noche de Yago

La caló era insoportable en la habitación; las paredes se empeñaban en irradiar hacia el interior las calorías almacenadas durante el día. Y el aire acondicionado no resulta porque se pasa de frigorías y acabas arresiito. Así que Álvaro y servidor nos bajamos a la terraza, junto al tinglaillo, para dormir en el suelo, bajo el manto de millones de estrellas... Trufo se lo pensó un rato pero finalmente se enroscó entre nosotros.

FALTA FOTO

Intentaba ver las estrellas... pero sin gafas, un miope de cuatro dioptrías como servidor, no percibe nada. Así que ni una estrellita fugaz, ni de las normales de toda la vida tampoco, ninguna vi. Pero aún así fue una noche deliciosa... lo repetiremos en agosto si persiste la caló.

FALTA FOTO

Y mientras tanto, Fedra parió a Yago, su primer hijo. Yago se resistió un poco porque el chaval venía con una vuelta de cordón y la comadrona tuvo de aplicarse a fondo... pero todo fue bien. El tío carnal de Yago es Guille, que a su vez nació en mi coche hace ya 21 años, mientras íbamos con Marga hacia el hospital –algún día tengo que contar cómo fue aquello (y ya van dos amenazas)-. Servidor, por tanto, es el padrino de Guille... así que debo ser el abuelo-padrino de Yago -supongo-. Eso debe dar cierto derecho para malcriar, ¿no?

Dicen que para mantener la tasa de natalidad como debe ser cada homo sapiens (incluso los que hemos terminado echaos a perder) debería tener 1’6 hijos. A Fedra sólo le quedan 0’6 hijos más para cumplir solidariamente al mantenimientro de su especie. (¡Pa mi que los estadísticos están como una cabra!)

Bienvenido a casa, Yago. Y ojalá sepamos dejártela en orden.



No hay comentarios: