jueves, 14 de junio de 2007

Otra perdida de tiempo

...esta vez lo propuso mi compi de la vida y consistía en pasear por el mercadillo de la Isla de León. Y como ella había aceptado mi propuesta de hace tres días, no pude encontrar ninguna excusa creíble: acepté de buen grado.

El que no haya paseado por ese mercadillo no sabe lo que se pierde. Lo instalan los jueves y le dicen ir a los gitanos porque la mayoría de los comerciantes ambulantes son de tal etnia... Por cierto, el absentismo laboral en la Isla de León los jueves es tremendo. Causa: visitas al médico.

FALTA FOTO
Servidor mortalmente resignado

Aquí, en este mercadillo no hay nada distinto. La misma ropa, los mismos zapatos, manteles o cortinas que en cualquier otro mercadillo de la provincia o de España. Todo, por supuesto, bueno-bonito-barato... lo que es distinto es el paisanaje. La gente es el contenido que puede transformar cualquier cosa en algo singular, y eso ocurre aquí.

- ¡A do euro! ¡A do euro! ¡A do euro! ¡A do euroooooooo, niñaaaaaa!

Caminé junto a mi compi de la vida; ella miraba los puestos desde lejos, dice que tanta oferta amontonada la aturde y es incapaz de encontrar alguna cosa de interés. Otras veces piensa que si se compra tal cosa, ira vestida como otras cientos de señoras... así que compramos un cojín que es como más impersonal.

Eso de comprar debe proporcionar un bienestar curioso; dicen que la cosa es como una inyección de endorfinas... yo no lo he experimentado jamás, más bien todo lo contrario, me aburre. Pero tengo amigas que deben estar enganchadas a estas inyecciones de endorfinas porque compran cosas sin necesidad, cosas que luego olvidan y no usan.

Servidor se entretuvo en mirar las caras de las personas que pasaban... ¡cómo puede ser que no nos repitamos! La mayoría iban serias y alertas, mirando con profesionalidad las colinas de braguitas enormes, o las montañas de zapatos (¿cómo es posible encontrar el par deseado?) Casi todos los rostros eran de señoras de mediana edad; también muchos jóvenes, la mayoría con pendientes en la cara (orejas, labios y ojos)

También me dedique a escuchar los retazos de conversación que me llegaban en un ejercicio de voyeurismo auditivo... y fue divertidísimo. ¡Qué pena que se me olviden las cosas tan rápido!

- ¡Ay, mi pene! –decía una señora oronda- ¿Te imaginas a mi pene, lo guapísima que va a estar con el estampaíto rosa...? - Intuyo que su pene debe ser su nieta Penélope... por que si no...



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