miércoles, 21 de marzo de 2007

Velo islámico

Casi todos los refranes encierran una enorme sabiduría. Estos días, cuando de nuevo surge el debate sobre el uso del velo islámico en las escuelas de Inglaterra (AQUÍ la noticia), me viene a la cabeza ese que decía: “Donde fueres, haz lo que vieres”, que viene a ser una canto a la necesidad de mimetizarse en un entorno diferenciado… si es que uno quiere pasar desapercibido. No entiendo que el refrán pretenda decir que haya que renunciar a la identidad propia, solamente apela a la necesidad de respetar costumbres mayoritarias.

Foto extraída de http://www.20minutos.es/data/img/2006/11/22/533517.jpg

Si el velo islámico (cualquiera de sus cuatro tipos) fuese una moda textil no habría nada que objetar, de hecho nos tragamos sin rechistar los tocados de la reina Isabel II de Inglaterra. Pero no es el caso, el velo islámico no es una moda, es un símbolo de la cultura musulmana y no creo en las piruetas dialécticas que pretenden demostrar que NO ES un símbolo religioso, y que SÍ ES una prenda libremente aceptada por las mujeres musulmanas. No lo creo.

Si aceptáramos que el velo es solamente un distintivo cultural libremente elegido, no provocaría ningún problema, cada cultura tiene los suyos; pero entonces la cuestión que habría que plantearse es la siguiente: En el supuesto de que una mujer musulmana decidiera motu proprio dejar de usar el velo islámico ¿se lo permitirían sus abuelos, sus padres, su esposo o sus hijos? Porque si es así, si le prohíben dejar de usarlo, chocaríamos con las leyes que tanto trabajo nos ha costado conquistar en occidente. Es decir, estaríamos hablando de un símbolo que representa y perpetúa la discriminación de la mujer y el abuso de unos seres humanos sobre otros. Y esto no podemos aceptarlo ni permitirlo por las mismas razones que no toleramos la violencia de género, la de hombres sobre mujeres en el ámbito familiar.

Si aceptamos que el velo islámico es un símbolo religioso, que lo es, difícilmente podremos evitar su uso frente a la ostentación descarada que los católicos de España hacen de los suyos. ¿Con que argumentos legales se podrían permitir unos y prohibir otros? (por-fa, la tradición, lo que siempre ha sido, NO ES un argumento válido) Creo que con ningún argumento, y esto es un grave problema cuando la cuestión se plantea en el ámbito de la escuela pública.

Los estados democráticos tienen el derecho y el deber irrenunciables de desarrollar una escuela pública al margen de ideologías y de credos religiosos, y al mismo tempo respetuosa con todos ellos. Porque aceptar la “veracidad” de un credo sobre otro significaría de hecho la preponderancia de unos ciudadanos sobre otros: unos estarían en la verdad, otros no. La escuela pública debería ser exquisitamente neutral y desarrollarse al margen de todos los credos e ideologías, y para eso es imprescindible que se elimine toda la simbología religiosa de entre sus cuatro paredes, incluidos crucifijos, sagrados corazones y vírgenes de todo tipo. Ser neutral en la escuela es la mejor garantía para que todos los credos se propaguen sin interferencias en sus espacios naturales: sinagogas, mezquitas, iglesias, el propio núcleo familiar y cualquier templo que se precie. Es decir, la mejor forma de respeto mutuo es derivar la religiosidad desde el espacio público al ámbito privado y personal.

En la calle, el uso del velo islámico hasta podría confundirse con una moda de temporada (tal vez lo veamos el día menos pensado), pero en la escuela pública sería aceptar un símbolo que representa (digamos lo que digamos) sumisión de la mujer al hombre, y eso es un ejemplo retrogrado propio de la edad media, en el seno de una institución que vela por la formación en libertad de sus alumnos. Flaco favor haríamos a los futuros hombres y mujeres libres. Es más, si aceptáramos el uso del velo en la escuela, porque es una seña de la identidad inherente a la cultura islámica, entonces habríamos de aceptar también la poligamia, la discriminación de la mujer en el trabajo, la lapidación, la ablación de clítoris…la sharía. ¿Cuál sería el límite?

Con esto no sugiero que nadie renuncie a su cultura, solamente pediría un acercamiento a la estética cultural del pueblo que acoge y, sobre todo, una aceptación sin reservas de las leyes que aquí tenemos, porque son los que llegan los que tienen que asimilar y aprender el uso de libertades nuevas, las que hemos conquistado para nosotros... y también para ellos.

Pedir la eliminación del velo islámico y del crucifijo en los colegios, o pedir la limitación de los excesos callejeros de la Semana Santa católica no es pedir que se abandone la práctica religiosa, es pedir a islamistas y catolicistas exactamente lo mismo: respeto al espacio público para que todos podamos usarlo en condiciones de igualdad.




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