miércoles, 14 de marzo de 2007

Una de papa

El Papa Benedicto XVI vuelve a la carga en su Exhortación Apostólica "Sacramentum Caritatis” (AQUÍ la noticia).

Nada que objetar. Es su obligación como guía espiritual de millones de católicos en todo el mundo. Sin embargo, este humilde homo sapiens echao a perder le reprocha que pida a los políticos católicos del mundo que den testimonio público de su fe y, además, les exija obediencia para que no apoyen ni voten “leyes inicuas”, las que, en opinión de la Iglesia,“van contra el hombre, la justicia y el derecho natural”. Es decir, SU concepción de hombre, SU concepto de justicia y SU derecho propio. Me parece que les cuesta aceptar que en las sociedades de hoy caben muchas razas, sensibilidades y credos; que es plural y poliédrica.

Servidor opina que el Papa no debe exigir la doble obediencia a los políticos, aunque sean católicos, porque no están en su cargo para defender los intereses de la Iglesia. Los políticos se deben única y exclusivamente a sus votantes y al programa por el que fueron elegidos. Lo que el Papa y su casta sacerdotal consideran leyes contra natura, son, aunque no les guste, ni más ni menos, las leyes que un país democrático se ha dado a sí mismo... Y esto es lo que no parecen entender: que la decisión y la voluntad democrática de un pueblo están por encima del parecer de una organización supranacional que abomina de la democracia por propia definición… porque ya sabemos que la Iglesia funciona como un pastoreo espiritual, donde una casta sacerdotal ordena e interpreta y los demás obedecen; la Iglesia no es una asamblea de hombres libres que decidan sobre su gobierno… me parece.

Si por el Santo Padre fuera, nuestra sociedad sería una congregación humana santificada y obediente. Hombres y mujeres, unidos en santo matrimonio (“…esposa y esclava te doy”), formarían castas familias dedicadas a la procreación y educación de los hijos en el ejemplo católico de sus mayores. Cuantos hijos fueran. Nada de condones, nada lubricantes espermaticidas, nada de dispositivos intrauterinos, nada de pildoritas, nada de nada, sólo Ogino… y ojito con tanto disfrutar de la carne. ¡Menudo aburrimiento!

Las familias irían los domingos y fiestas de guardar a celebrar la Santa Misa. Y sería eso: una celebración. Oiríamos la Palabra de Dios en boca de nuestros pastores, y como píos corderos de Dios recibiríamos la Sagrada Forma. Podrían asistir incluso homosexuales (gays y lesbianas), esas ovejas descarriadas, las más queridas por Cristo por ser las más necesitadas de cariño… (Tengo una conocida, muy católica ella, que pertenece al movimiento de los llamados Kikos, que asegura que los maricones se curan con oraciones y sacrificios, que ellos lo han hecho. ¡Hay que ser imbécil!)

…pero lo peor de todo es que sería una sociedad donde no se podría blasfemar, ¡con lo que libera eso!




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