martes, 23 de enero de 2007

Conquistar criterios para elegir en libertad

El comentario de Covadonga al post anterior nos hace reflexionar sobre las culpas:

· ¿Qué elementos intelectuales tienen las personas normales para escapar de la tradición islámica que a nosotros se nos antoja medieval e irrespetuosa? (Es decir, cuando la praxis islamista es retorcida e inhumana como lo fue en su momento el cristianismo ¿qué puede hacer la gente normal para revelarse?)

· ¿Qué armas jurídicas pueden usar esas personas normales para defenderse del poder establecido en numerosos países de tradición islamista?

· ¿Se merecen lo que tienen porque no se sublevan? (A este respecto recordemos que a nosotros se nos murió en la cama el viejo el dictador; ¡no hubo forma de despojarlo del poder a pesar de la conciencia que teníamos de lo que era y había hecho el jodido cabrón!)

Pues, seguramente no es fácil escapar de esta situación, es decir, no es fácil que los hombres de cualquier parte del mundo –y hoy especialmente los de tradición musulmana- adquieran suficiente sentido crítico como para cambiar radicalmente su situación de sometimiento a la tradición cultural islamista. Es decir que hombres y mujeres cuestionen el uso del burka, chador o hijab para ellas; que las madres se nieguen a realizar la ablación a sus hijas; que las mujeres conquisten el respeto que les niegan; que hombres y mujeres puedan hablar y opinar sobre cualquier cosa, incluso contra Mahoma y sus creencias, etc. En suma, que vuelvan a meter su religión en las mezquitas.

Y esto es así porque en todos esos lugares existe un poder establecido, normalmente ejercido por una minoría de hombres vinculados a la tradición religiosa (la casta sacerdotal de turno), que trabaja de forma implacable para autoperpetuarse en el poder mediante el embrutecimiento intelectual de la mayor parte de su pueblo -y conste que lo dicho en este párrafo refleja perfectamente el comportamiento de los obispos españoles-.

Pero, indudablemente surgen hombres que intentan escapar de la oscuridad que impone el fundamentalismo islámico; al fin y al cabo la aldea global progresa y las fronteras son permeables a la conciencia mundial que emana de la red de redes. Y muchos se dejan la piel en el intento. Justamente hoy, Ramón Cotarelo publica en su blog la noticia de "Abd el-Karim Nabil Suleiman, un joven estudiante egipcio de derecho, de 22 años, detenido por la policía cairota el pasado mes de noviembre, acusado de criticar al Presidente de la República y difamar a la religión en su blog. Si lo condenan, le pueden caer 9 años. 9 años de cárcel por decir la cuarta parte de lo que los blogueros españoles decimos del Rey y la religión".

Suleiman no es el único que se atreve a sacar los pies del tiesto –hay numerosos ejemplos-. Y, aunque se arriesgan a perder la libertad y la vida, tienen que hacerlo. Seguramente, si han llegado a vislumbrar mundo distinto al islamista, es su deber histórico divulgarlo entre los suyos. Las grandes odiseas comienzan siempre por el primer paso... y es el camino que ahora les toca a ellos emprender.

Pero es fácil señalar la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio. La misma vergüenza ocurre delante de nuestras narices, privilegiados habitantes del occidente opulento y libre. No hay más que repasar nuestra historia y estar atento a lo que hacemos día a día.



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