jueves, 4 de junio de 2020

Ginés de Lomas, el de los agustinos


Ginés de Lomas me cayó mal desde el primer vistazo. Coincidimos en el instituto público con dieciséis años para estudiar preuniversitario, y no nos tratamos. No hacía falta. Simplemente éramos mutuamente invisibles. Él venía de estudiar bachillerato en el colegio de los curas agustinos, una auténtica institución en la ciudad. En el ambiente colonial de Ceuta, en los años 60 del siglo pasado, había niños que podían estudiar con los agustinos y los había que estudiaban en el instituto público. Ginés de Lomas llegó a PREU desde los agustinos, con los suyos y con los suyos se relacionó. Yo venía de la enseñanza pública y con los míos me relacioné —pero entiéndase que sí hubo interrelaciones de amistad entrambos grupos, por supuesto—. Todavía era pronto para entender que la procedencia social llevaba implícita una desigualdad inaceptable. No existió enemistad ni rechazo entre nosotros. No hubo nada. No creo que Ginés de Lomas se acuerde de mí. Pero yo recuerdo que su porte de cabeza y su mirada altiva me producían aversión… Una aversión injustificada, estoy convencido, porque una cierta mirada y una cierta posición de cabeza no significan nada.

Instituto Nacional de Enseñanza Media de Ceuta, mediados los años 60 del siglo XX

Luego las circunstancias nos dispersaron a todos en una diáspora vital. Ceuta se nos quedó atrás, la vida nos atravesó. Hubo que atender lo profesional, lo personal, la compañera, los hijos… todo eso nos pasó por encima y nos modeló de una u otra forma. Y ahora, al cabo de cincuenta años, las redes sociales me traen de vuelta a un Ginés de Lomas convertido en la imagen especular de la mía. Si servidor intenta usar la duda y le parece que las cosas deberían ser… Ginés de Lomas sienta cátedra en lo que escribe públicamente. Si servidor ha derivado hacia la izquierda, Ginés de Lomas lo ha hecho hacia la derecha. Para servidor los filofascistas del PP y VOX (los que lo sean, que no todos tienen por qué serlo) son indeseables; Ginés de Lomas llama al presidente Sánchez doctor fraude y al vicepresidente Iglesias lo llama, entre otras cosas, el impresentable coletas. Para servidor la tensión social y política está avivada por una campaña meditada y diseñada milimétricamente por la derecha filofascista; para Ginés de Lomas es todo lo contrario, la causa de la tensión política y social es el discurso chulo y barriobajero del coletas. Si él dice que vamos de cabeza hacia una dictadura social-comunista-bolivariana, yo barrunto y temo una deriva fascista del Estado. Si servidor aplaude el Ingreso Mínimo Vital, Ginés de Lomas lo llama paguita bolivariana… etc. No se pueden tener visiones más opuestas las mismas cosas.

Siempre me ha fascinado observar cómo, ante los mismos hechos —aparentemente objetivos—, las personas interpretemos la realidad con tantísima disparidad.

…y siento un enorme cansancio como para entrar en discusiones dialécticas con Ginés de Lomas, con mi cuñada, con mi sobrino o con cualquier otro, a través de las redes sociales, en los grupos de WhatsApp o en la barra de un bar… cuando había bares y barras. Son discusiones inútiles que no llevan a ninguna conclusión. Yo no quisiera que Ginés de Lomas cambiara su forma de pensar —esas cosas son imposibles a estas alturas de la vida y, en realidad, me da exactamente igual lo que piense—, lo que me gustaría es que aceptemos todos una sombra de duda en nuestro discurso. Servidor lo intenta —aunque no siempre lo consiga, lo reconozco—. Una simple duda. Un mínimo intento de empatía.

Pero la pregunta que todos nos hacemos, cada vez con más temor, sigue en pie: ¿cómo dialogar si parece que somos miembros de especies distintas, que miramos la misma cosa y uno interpreta alfa y otro omega?  

Bueno… aceptemos la disparidad de visiones con deportividad, como un valor añadido. Ginés de Lomas y servidor —alfa y omega— ya coexistimos sin hostilidad durante un tiempo. Puede que todo sea posible si aceptamos los mismos principios básicos. A saber: una persona, un voto; lealtad a las reglas de juego y nobleza en su uso, y una forma civilizada y respetuosa de tratarse…

Por encima de todo, vivir y dejar vivir. Que cada cual interprete su papel en este vodevil, sin interferencias.


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