jueves, 19 de julio de 2018

Somos peores que los insectos que matan a la surfinia




Los insectos han atacado en masa a la surfinia. La han dejado sin flores y sin vitalidad. Ayer tenía encima miles de pequeños libadores de savia y después de una buena rociada de insecticida han muerto. Yacen ahora en la mesa los miles de cadáveres como motitas de polvo… Pero fue tarde. Tal vez muera la surfinia. Por más agua que le regalo, sigue mustia. Es lo que pasa con las cosas vivas, que mueren tarde o temprano. Por una causa o por otra.

Pero eso es lo que hacen los insectos, sobrevivir y alimentarse para procrear mejor que los vecinos. No tienen otra opción. Lo llevan ensayando con éxito desde hace millones de años. Hacen lo que les mandan los genes. No cabe pedir contención, estrategia o humanidad a un puñado de insectos libadores…

Hoy he visto un manojo de tres hombres atados por los pies y colgados boca abajo de una ventana. Como gallinas vivas en un mercado de hace cincuenta años. Eran tres hombres que los negreros libios vendían en un mercado de esclavos. Es una imagen real, de hace unos meses. No del siglo XIX. Es Libia, hoy. Ese país que los europeos hemos convertido, a base de euros, en un muro y en una cárcel para que no puedan llegar a Europa los que huyen de la pobreza, de las guerras y de las hambrunas… La civilización occidental ha esquilmado los recursos de África durante siglos, y lo seguimos haciendo de manera despiadada. Y para mantener a raya el éxodo masivo, compramos a estos criminales libios para que sigan haciendo el trabajo sucio por nosotros.

No creo que tengamos arreglo como especie. A esta civilización no la mueve el interés humanitario —no sabe qué cosa es eso—, la dirigen intereses criminales que tienen su leitmotiv en el máximo beneficio privado. Somos infinitamente peores que los insectos que matan a la surfinia porque nosotros sí tenemos elección. Sí tenemos conciencia del bien y del mal, pero nos falta humanidad y voluntad para hacer lo que es correcto. Es más fácil cerrar los ojos y olvidar lo que ocurre detrás de la esquina. Es más sencillo para los poderosos seguir ganando dinero y acumulando riquezas y poder —poder para seguir ganando más dinero y más riquezas—. Es más sencillo para los mediocres cerrar nuestros ojos y engañarnos con falsos paraísos que caben en un miserable crucero de placer pagado en cómodos plazos… Todo, cualquier cosa, es más sencillo que restregar esta imagen de hombres atados como gallinas por la cara de los que tienen el poder de evitarlo si quisieran…

¡Ay! ¡Si los pueblos gobernaran realmente! Dan ganas de hacer las mismas barbaridades a la recíproca…

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