lunes, 31 de julio de 2017

La patria de María

Este artículo se publicó en La Voz del Sur, el 28 julio 2017

La patria de María es pequeña. Apenas una habitación compartida, cuatro o cinco pasillos y tres salones. Los recorre despacito, aferrada a su bastón, todos los días. Y se le acaba en un sillón, frente al ventanal que da al jardín…

…tal vez por eso se aferra a la patria de su juventud. Entonces era enorme. Estaba convencida de vivir en una patria grande y libre, con una bandera que ondeaba al paso alegre de la paz y cara al sol. Unos símbolos que aún la hacen llorar de emoción. Vibra cuando los legionarios levantan el Cristo de la Buena Muerte y cantan su necrófilo himno; llora cuando las tropas del Tabor de Regulares desfilan con elegante parsimonia y, sobre todo, hipa de emoción cuando ve izar la bandera española en lo alto de cualquier pódium. Son estímulos intensísimos que nos mueven a todos, que nos emociona porque seguramente nos identifica con la pertenencia a una tribu… no sé. Son estímulos que deben ir directamente a no sé cual centro neurológico para provocar tales reacciones emocionales. Seguro que los neurocientíficos van vislumbrando cómo ocurren estas cosas.



La ideología de María es España y su bandera. Es así de sencillo. No hay más a estas alturas y nadie va a cambiar eso. Ni nadie quiere cambiarlo. Ya no entiende muchas cosas María. No entiende, por ejemplo, que los catalanes quieran irse de España (no sabemos en realidad cuántos catalanes quieren irse)…

…pero, mamá, ellos aman a Cataluña como tú amas a España.

Pero no se lo digo. Sólo lo pienso. No lo va a entender porque María lleva su idea de patria y bandera metida en los tuétanos y no concibe otra cosa. Era una niña cuando descargó la Guerra Civil sobre ella; y adolescente cuando acabaron los tiros… pasó poco tiempo en una escuela de monjas y mucho tiempo trabajando en casa. Ser la mayor de ocho hermanos la condenó a ser la criada de todos ellos.

María amamantó a sus hijos con esa patria gris de posguerra sonando a través de Radio Ceuta, EAJ-46. Aquella era una sociedad colonial, clerical y cuartelera. Una conjunción de uniformados y curas que entendían la seguridad como bien supremo, y la libertad como ocasión de pecado. Y, a pesar de todo, a pesar de pertenecer a la parte humilde del pueblo acabó admirando a sus amos, asumiendo sus valores y olvidando su origen… ¡qué cosa tenemos los hombres que acabamos enamorados de nuestros verdugos, los siervos peleando por sus señores y los oprimidos añorando a sus opresores! ¡Cómo coño pasa eso!

La realidad siempre es una construcción subjetiva… hay tantas percepciones como seres humanos. Y todas aceptables si, a su vez, son capaces de aceptar la diversidad. No sé cómo ocurren estas cosas, pero durante la juventud de María, los fascistas que gobernaron España tras la Guerra Civil, objetivaron la realidad, es decir, la convirtieron en una construcción inamovible. Ellos diseñaron una patria propia, a su medida. Una patria a la que, inevitablemente, había que pertenecer por ser español. E hicieron de ella la única ideología posible y aceptable… y a esa patria ideologizada le pusieron una bandera roja y gualda. Los fascismos son así: se apropian de la patria de todos y la convierten en una unidad de destino en lo universal…

Me siento cómodo en España, entre su gente, en sus pueblos. Supongo que si algo soy, es español… pero no siento la bandera, aunque le hayan quitado el aguilucho fascista. Lo más probable es que no tenga razón en lo que voy a decir a continuación… no tengo razones para decirlo, lo que tengo son sentimientos. Los sentimientos se tienen o no se tienen, y apenas se pueden justificar. Y siento que la bandera de la monarquía borbónica española tiene incrustada una enorme cantidad de bandera franquista… Me gustaría amar la bandera, pero no la siento. Y también me incomoda ampararme bajo otras banderas, incluida la republicana… debe ser que las banderas tienen el peligro —que no siempre— de cobijar a grupos de hombres con una idea común y pocas ideas propias… es el peligro de cobijarse bajo ellas, que puede agrisar el pensamiento de cada ciudadano. Puede…

— Claro que sí, mamá. Es una bandera preciosa —le aseguro—. ¡Ya quisieran muchos tener una bandera como la nuestra!

…entonces María entorna los ojos evocando su juventud. Y ve a Miguel de su brazo. ¡Se parecía tanto a Errol Flynn con ese bigotito! Y evoca a su hijo delgadito y frágil subiendo a los pinos. Se ve cosiendo en el salón de la casa mientras en Radio Ceuta, EAJ-46, suena un bolero de Machín…


…es la sencilla patria de María.

3 comentarios:

Pepe Usero dijo...

Buenísimo.

Alejandro González lobo dijo...

No tiene desperdicio.

Miguel Ángel López Moreno dijo...

Gracias, amigos. Muy amables.