domingo, 29 de enero de 2017

La gaviota dominante

En a Praza da Ferrería de Pontevedra se desparramaba el sol mañanero de invierno. Ya era raro que no viniesen nubes a ensombrecerlo todo porque por aquí son frecuentes las nubes y el orvallo. Detrás de mí un par de nórdicas, blancas como la leche, se habían plantado cara al sol… como hacía servidor en su juventud, cara al sol con la camisa nueva.



Poco después se sentó en mi banco un hombre sin techo. Olía a cochinera y a cenicero, y esputaba en el suelo sin miramientos. No le culpo por oler así ni por escupir, pero me siento incomodo. Otro sin techo le regala una lata de cerveza y hablan de sus cosas en un gallego demasiado cerrado. No les entiendo.

Enfrente, al otro lado de la Praza da Ferrería, cuatro señoras nonagenarias ocupan un banco. En realidad, una de ellas tiene 103 años y mantiene lucidez e independencia plenas. Han salido de un oficio religioso en la pequeña iglesia de la Peregrina. Todas ellas son viudas de hombres de orden y elegantes pontevedresas. Hay un contraste enorme entre ambos bancos. Hace ya unos años, en esta misma plaza vi jugar a tres niños; uno era negro, otro tenía aspecto de ser un gallego de toda la vida y el tercero era un tostadito magrebí. Cada madre ocupaba un banco distinto. Cada una vigilaba atentamente a su cachorro y, quiero pensar que cada una de ellas se sintiera discretamente orgullosa de contribuir a esa simbiosis cultural. Era cuando Zapatero hablaba de su Alianza de Civilizaciones. Siempre he pensado que, en resumidas cuentas, se trataba de poner los andamios para globalizar esa escena: tres niños, tres culturas, un solo juego. Pero, desde entonces, las cosas han ido en sentido diametralmente opuesto. Ahora, en diciembre de 2016, Donald Trump ya era presidente electo. ¡Dios bendiga a América! Y al resto que nos coja confesados.

Hay paseantes, con las manos a la espalda. Parece que les da igual lo que pasa en su plaza. Las palomas no dejan nada comestible en el granito del suelo, ni la menor partícula. Sin embargo los gorriones son rápidos y oportunistas… Pero llegan unas gaviotas a la plaza y se hacen dueñas de la situación. Disputan a las palomas un trozo de bizcocho, y vencen. Son más grandes, más agresivas y con un pico mortífero. La dominante alcanzó un gorrión de un picotazo y lo devoró en dos trozos… 

...y la vida siguió igual en a Praza da Ferrería.

1 comentario:

Carlos Martinez dijo...

Coño con el volatil. Está visto que en la naturaleza no existen globalizaciones, y claramente se imponen los dominantes. Otra cosa es que imitemos tanto a los animales y nos impongamos por la fuerza. Tampoco es plan.