Sobre
las peripecias de Alex y Yoli, cooperantes en la Comunidad Inti Wara Yassi,
selva amazónica de Cochabamba.
Episodios
anteriores: 1 – De Viru-Viru
a Campo Machía / 2
- La
imprudencia de Luisito / 3 – Yoli
Potter / 4
– Cebo humano
Al pequeño carachupa le arrancaron la oreja de
un bocado. Dice Yoli que pudo ser un perro, que por aquí cazan y tienen que
buscarse la vida como pueden, porque si su alimentación dependiera de sus
dueños humanos apenas tendrían para sobrevivir. El carachupa es un
marsupial omnívoro de América del Sur y una presa asequible para perros
hambrientos. En lengua quechua significa cola pelada. De momento no tiene
nombre y por aquí me soplan que le podrían llamar Van Goht o, mejor aún, Holyfield, al que Mike
Tyson arrancó un trozo de oreja con los dientes y la escupió durante un famoso combate de boxeo. Yo
preferiría Holyfield, es más sonoro y más gráfico.
Puede que sobreviva, pero va a tener serias
dificultades para cazar guiándose por el oído. Veremos a ver qué pasa con él.
Cuenta Alex que llevaron al parque una boa constrictor
que requisaron a un comerciante en Villa Tunari (Cochabamba), el pueblecito más
cercano al Parque Machía. El tío vendía a bombo y platillo Cremas y Productos Naturales de Boa, y como demostración de la
veracidad de su mensaje, exhibía a la serpiente metida en una maleta. Claro, al
bicho le pusieron Cremosito. Pero no estaba en buenas condiciones,
tenía restos de piel sin mudar y, por lo visto, en estos casos ocurren
infecciones y ataques de hongos que acaban mal. Alex había tenido experiencias
de este tipo de cosas cuando estuvo en la
isla de La Palma (Canarias) y en el reptiliario de Selwo. Recuerda que en cierta ocasión una pitón tuvo un pollo atragantado en
mitad de la tripa durante un mes entero. La masajeaba todos los días, pero el
pollo no se movía… ni lo cagaba ni lo potaba.
Al final le metieron por la boca un tubo flexible, y cuando llegó a la altura
del pollo le inyectaron un vaso de aceite de oliva a modo de lubricante. La
cosa funcionó y la pobre serpiente solucionó, de una vez por todas, su eterna
digestión. En el caso de Cremosito sugirió que le dieran un baño de agua tibia
con betadine (que era lo que hacían en la Palma cuando se encontraban en un
caso similar) y que una vez reblandecida la piel se la frotaran suavemente con
una esponja para quitar todos los restos de piel infectada. Parece que funcionó
y finalmente Cremosito recuperó su salud y su libertad en la selva amazónica de
Cochabamba. Dicen que devolver un bicho a su hábitat es una ceremonia
excitante, una fiesta. Los hay que echan sus lagrimitas y todo.
Después de un buen baño y rascado, la boa Cremosito recupera la libertad. Imagen de Yoli LB.
Luego vino Hércules, un coatí (del guaraní, nariz
larga) que se metió en una lata de pintura roja y se embadurnó enterito. Menuda
forma absurda e hilarante de morir. Pero lo sedaron en la pequeña clínica de
Parque Machía y lo fueron esquilando a ras de piel. Y allí donde la piel
también estaba pintada la lavaron con agua y jabón verde. No es lo más
indicado, es lo único que podían hacer. Bueno, cuenta Yoli que vivirá, pero
convendría que el pequeño Hércules, mientras le crece la nueva pelambrera, no
se moje demasiado con las lluvias…
Son pequeños gestos. Apenas microscópicas gotas de
agradecimiento que algunos hombres devuelven a la madre naturaleza. Una
naturaleza que se nos agota bajo la urgencia económica de una civilización
antropocéntrica, criminal y depredadora. Un sistema social y económico que no
repara en los límites del hábitat planetario. Talamos los bosques tropicales,
envenenamos los ríos, plastificamos los océanos, matamos a ciento
setenta y siete mil elefantes en siete años para hacer figuritas horteras con el marfil, o exterminamos a los
rinocerontes para pulverizar los cuernos y que algunos viejos imbéciles crean
que pueden echar un último y mediocre polvo con una jovencita… Apenas quedan
orangutanes porque es más rentable talar sus bosques para plantar palma y
extraer su aceite. Apenas quedan gorilas porque con sus manos hacen no sé qué
ceniceros y paragüeros que compran excéntricos occidentales. Y todo eso lo
hacemos amparados en la sacrosanta libertad de los negocios y en busca del
máximo benéfico privado… ¡Al planeta que le den!
Un grupo de animales humanos observa a los
gorilas asesinados en el bosque de Virunga.
Fuente de la imagen
Fuente de la imagen
Pero no tenemos otro planeta. Ni hay recambio. Agrediendo
la naturaleza nos estamos matando nosotros mismos. El planeta se adaptará a
nuestros crímenes. Siempre lo ha hecho, alcanzará un nuevo equilibrio, es su
dinámica. Pero nuestra civilización se habrá ido a la merecida mierda… a no ser
que modifiquemos radicalmente la globalización neoliberal que nos esclaviza.
Vale, pero ¿eso como se hace?
Pues no sé… dando un
pequeño paso (…piensa globalmente, actúa
localmente). El único que uno pueda dar. Un paso tuyo, pequeño,
insignificante, en tu entorno personal. Por ejemplo, salvando a un pequeño
coatí que se cayó en un cubo de pintura roja o ayudando a una serpiente pitón a
cagar un pollo… Hay mil ocasiones pequeñas. Cada pequeño paso es inmenso si
todos sumamos.
Continuará... supongo.
Continuará... supongo.
2 comentarios:
Absolutamente de acuerdo
Que propios los nombres de los animales enfermos.Muy gracioso y tierno.
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