sábado, 24 de septiembre de 2016

Historias en diferido: El pequeño tamandúa no tuvo nombre

Sobre las peripecias de Alex y Yoli, cooperantes en la Comunidad Inti Wara Yassi, selva amazónica de Cochabamba.

Episodios anteriores: 1 – De Viru-Viru a Campo Machía2 - La imprudencia de Luisito / 3 – Yoli Potter / 4 – Cebo humano / 5 – Hércules, Cremosito y el carachupa / 6 – Río Paracti /

A veces los campesinos llevan perros enfermos a la clínica de Parque Machía. Dicen que en la aldeíta hay otro veterinario, pero los aldeanos tienen poco dinero para dedicar a los perros. Suelen ser animales famélicos, abandonados a su suerte, que si no mejoran con el remedio que le puedan ofrecer en CIWY (Comunidad Inti Wara Yassi) acaban dándoles un mal palo en la cabeza y tirándolos a la basura aún vivos. Por lo que cuentan Alex y Yoli, tienen la misma sensibilidad con los perros que los montunos que crían cabras y ovejas en la Sierra de Huelva (España), que no quiero ni recordar lo que hace Curro a sus propios perros. Este tal Curro es un asociado de mi amigo el Gran Golucas… Pero más vale que ni me acuerde de tal espécimen.

 Motelito y Yoli con el gato llamado Conejo

…por eso, dice Yoli, a veces prefieren darles ellos mismos la eutanasia más digna que puedan. Los sedan y luego les inyectan en vena sulfato de magnesio, quedan paralizados y finalmente mueren por falta de oxígeno en el cerebro. Saben que no es lo más adecuado, pero es lo mejor que pueden ofrecer.

—…supongo que cuando mueren los bichos, le daréis una alegría al puma Marley: ese día no comerá pollo —le digo—, que estará jartito el pobre de comer pollo...

Pero no es así. Por lo visto los perros tienen tan poquísima carne que el puma (que es tan mimoso como un gato grande) apenas tendría huesos y pellejo para devorar. Y, además, los veterinarios utilizan el cuerpo de cualquier bicho muerto o sacrificado para hacer necropsias, aprender del asunto y ensayar distintos tipos de suturas. Y cuando acaban con la faena, está tan destrozado que no es plan de darle los despojos a Marley. Y puesto que no tienen medios para incinerarlos, los sepultan directamente en tierra... vuelven a casa.


 Recogiendo a los capuchinos al atardecer. Foto Yoli LB

Murió Holyfield, el pequeño carachupa al que algún perro arrancó una oreja. Alejandro se ha convertido en el macho alfa de la manada de capuchinos. A una voz suya, se acaban las peleas… y hasta le respetan la trencita. Yoli está aprendiendo a lanzar dardos sedantes con una cerbatana, para abatir monos a distancia cuando haga falta. Murió Motelito, un pequeño mono capuchino que recogieron en un Motel y que vivía en libertad entre los demás capuchinos del parque. Tenía una fea herida en una pierna; lo curaron y lo alimentaron… pero no sobrevivió. Tienen un gato blanco que se llama Conejo, y es el bicho que mejor vive en Parque Machía.

El pequeño tamandúa bebía leche de gata. 

El tamandúa crecía y correteaba entre las piernas de Yoli, y chillaba que parecía un grajo, y cuando alcanzaba un zapato se le subía encima como si fuera su madre… que, a todos los efectos, lo era. Después de las primeras semanas que le daban leche de gata con una jeringuilla cada cuatro horas (día y noche), consiguió beberla por su cuenta; y se subía a los árboles con cierta soltura. Se le veían buenas maneras en esas artes. Dormía en una caja, enrollado en una manta, a los pies de la cama de sus cuidadores.

Pero son animales muy especializados y delicados. Era muy difícil. El pequeño oso hormiguero enfermó un día y murió en cuestión de horas…

…no llegó ni a tener un nombre.

3 comentarios:

yolanda dijo...

Que la tierra le sea leve

lomusila dijo...

Que pena,con el cariño que le cogemos a los animalitos.Y en especial a esa criaturita.
Así es la vida!

Miguel Ángel López Moreno dijo...

Sí que es verdad. Era monísimo el bicho...