A veces te detienes en seco y miras alrededor
perplejo. Tarde o temprano uno pierde ilusiones y se aburre de observar
actitudes adocenadas. Cansado también de manipulaciones interesadas para que lo
rojo sea oscuro y lo azul diáfano. Sí… se detiene uno cansado de oír las mismas
quejas y de atender con cortesía tantas estupideces. Uno llega a la conclusión
de que cada cual debe llegar por sí solo a las conclusiones que quiera… si es
que llega. Que uno no está aquí para dirigir a nadie hacia ninguna de tus conclusiones…
a veces llego a esta derrota. Sí.
Se repiten las mismas luchas generación tras
generación. Los medios desgranan los mismos temas en las mismas épocas, año
tras año… Y cuando te detienes a observar qué cosa está pasando, el mundo te
adelanta por todos lados, vertiginoso y repitiendo estupideces en una algarabía
inventada, innecesaria, incomprensible. ¿Dónde coño queda la sensatez y la
cordura para buscar lo que realmente importa: la felicidad de la gente? El
mundo que te atraviesa resulta entonces ridículo y lo único que te apetece es
ser un viejo observador socarrón que se ríe desde la barrera mientras el mundo
discurre delante de ti.
¡Qué cómodo resulta observar el mundo cotidiano
desde la barrera mientras alguna gente pelea para reparar ese mundo que te
indigna, y la mayoría se deja arrastrar sin oponer un suspiro!
Y ya instalado en esa barrera vital, mientras —ajeno
a él— vas viendo discurrir el mundo de los hombres… no sé qué me gusta más, si
el sonido de las gotas contra las hojas o el olor de la tierra mojada por
primera vez… petricor dicen que se
llama ese olor. Lo provoca un alcohol llamado geosmina, que a su vez lo produce cierta bacteria del suelo…
— Qué petricor
más agradable produce la geosmina de este parterre, ¿no?
¡Estos científicos, y su manía de quitar poesía a
las cosas!
Hay un señor que vende caracoles, perejil y
plátanos. Se ha resguardado de la lluvia bajo el techado del aparcamiento de la
Palmosa, en Alcalá de los Gazules. Por lo visto, esta enorme finca perteneció
al suegro de mi bisabuelo, y no se le ocurrió otra cosa (al bisabuelo, digo)
que contratar a unos
secuaces, secuestrarlo y pedir rescate por su vida. Cuando lo pilló la Guardia Civil, fueraparte la paliza que correspondiera,
lo condenaron a muerte, pero acabó cumpliendo una pequeña pena en el presidio
del Monte Hacho, en Ceuta. Sobrevivió, y de aquellos polvos estos lodos.
Pues en este rincón de Alcalá de los Gazules se
siente uno a salvo del mundo, a resguardo del francotirador que dispara desde
no sabemos dónde. Y hideputa va
acertando a los que te rodean, a tus amigos, a tus conocidos, a tu familia… Cada
disparo en el blanco es el cáncer de un ser querido. El día menos pensado nos
acierta el muy cabrón, y entonces, de un segundo al siguiente te cambia la
vida. Y ya no es importante casi ninguna de las cuestiones que te movían hasta
entonces, porque percibes, desde ese momento, que escasea lo más valioso que
nos queda: el tiempo y la calidad de ese tiempo.
Sí… es agradable sentirse al margen de todo. Si
fumara sería el momento de encender un cigarrillo, oler la tierra mojada, oír
las gotas sobre las hojas… no hacer nada.
El mundo debe ser lo que pasa ahí afuera… ¡que haga
lo que quiera!
4 comentarios:
Querido Milan:Hijo mio eres un artista, como me gustaría tener tu don.Yo soy incapáz de poner mis pensamientos en el vehículo de las palabras,sin embargo tu,parece que leyeras mis pensamientos.Así que arremangate y ponte a escribir como loco ,que ese don hay que aprovecharlo y aún te queda tanta vida por delante.... unfuerte beso.
Muchas gracias, Concha. Me halaga mucho tu comentario... De todos modos no siempre se aciertan con las palabras. Hay días que no hay forma de componer un sentimiento con ellas. A todos nos pasa. Besos.
Las palabras, tus palabras están llenas del sentido que cada lector les da. Y tú haces que los que te leemos seamos capaces de encontrarle sentido a los pensamientos inducidos por tus palabras. Por tanto, amigo Milan, no te reserves esas palabras que habitan en tus adentros. No las entierres. Tus palabras no pueden eternizarse en otro cementerios sin epitafios.
A veces, querido maestro, no resulta sencillo extraerlas... ¡Si supiéramos la forma de propiciar esa situación! Fuerte abrazo.
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