sábado, 7 de marzo de 2015

Copenhagen

Dicen que el bosque de alcornoques que hay en la provincia de Cádiz es el mayor de Europa. A las cigüeñas les gusta ese bosque... Tanto que muchas se quedan aquí todo el invierno, y lo de emigrar a África ya es cosa de sus abuelas. Hoy lo he atravesado con mi Compi —el alcornocal, digo— y hemos visto muchos nidos ocupados por parejas de cigüeñas. Se encuentran por decenas a lo largo de la carretera. Y cada pareja se veía ocupada en lo de arreglar su viejo nido. Delicadamente trababan nuevas ramitas para dejar un entramado tan resistente que es capaz de aguantar enormes levanteras. Manejan el pico delicadamente, como una herramienta de precisión y, no sé, se me antojó un gesto muy amoroso. Por cierto, dice Alejandro que hay que saber manejarlas —a las cigüeñas, digo— porque lo primero que hacen cuando te acercas es sacarte un ojo limpiamente (...aunque sea para recomponerle un ala rota)


Luego fuimos nosotros los que nos pusimos a volar… Pero mucho más alto que las cigüeñas. En Vueling viajamos. Sí. Menos mal que uno es pequeñito y medio encajo en el espacio útil que nos dejan en estos aviones, que cada día parecen más transportes de ganado humano que otra cosa. ¿No queríamos bajo coste? ¡Pues toma dos tazas!

Está Copenhagen lleno de danesas. Las hay rubias, cenizas, castañas y rojizas, y de rasgos correctos. Ya sé que no tienen fama de ser especialmente guapas, como las polacas o las ucranianas, pero a mí, mejorando lo presente, me gustan las danesas. Me han dicho que también hay daneses. Pero, no sé. Habría que mirar con más atención.



Las danesas visten chaquetones, pantalones y zapatos negros o grises y, en todo caso, colores muy oscuros, para absorber el mínimo resquicio de luz y calor. Las cafeterías son muy acogedoras y, a pesar del frío, también se ven muchas terrazas al aire libre para cuando sale un rayito de sol entre dos nubes… Y colocan una mantita en el respaldo de cada silla, para que los parroquianos se la echen por las piernas, ¡es que si no!

Hay gente que recoge las botellas de las basuras para entregarlas a cambio de algunos céntimos. La estación de trenes tiene una techumbre de madera como las cuadernas del casco invertido de un buque del XVIII. Los daneses no son muy dados a usar cortinas en las ventanas, por eso los salones parecen escaparates, y por eso mismo es muy divertido pasear por las aceras.

El metro de CPH funciona sin conductor. Las estaciones más céntricas tienen los accesos a las vías protegidas por mamparas de cristal. Nadie puede caerse a ellas... o tirarse. O sea, que los suicidas tienen que buscarse otro método. Y nadie espera delante de las puertas para entrar en los vagones, se colocan a ambos lados, y así permiten la salida fluida de los que llegan. Y cuando las danesas tosen o estornudan, en lugar de taparse la boca con las manos, lo hacen sobre el interior de su propio codo, como dicen los protocolos que se haga para evitar la propagación de gripe, catarros o ébola, ya puestos.



CPH es una ciudad amable, la gente no corre por las calles ni grita. No suenan las bocinas de los coches, ni aceleran bruscamente. Parece que hubiera más bicis que coches. Por tener un coche se pagan muchos-muchos impuestos. La cosa está pensada para que resulte más cómodo y rentable utilizar los transportes públicos o una bici. Por cierto, hay bastantes que están oxidadas y son viejas, pero no importa.



Los niños van enfundados en monos térmicos que resisten hasta 30 grados bajo cero, y me ha dicho Alba —aunque resulte increíble— que en las guarderías sacan los bebés en sus carritos a la intemperie para que echen allí el sueñecito de media mañana. Es un país muy adaptado a las circunstancias de su clima, como todos los países al suyo, supongo. Por eso no le hables a un danés de ese concepto que llamamos siesta. No creo que lo entienda, como nosotros no entendemos que saquen a los bebés a dormir a la intemperie, abandonados en un balcón, a menos de cero grados. ¡Cosas! Por cierto, cuando los bebés de CPH dejan su chupete los cuelgan con un cartelito en el Árbol de los Chupetes Abandonados.

El Árbol de los Chupetes Abandonados...


No se ven obesos, y los pocos que se ven circulan en bici... Los abedules de los parques tienen ojos, hay un elefante loco en el zoo, y los escolares tienen edificios multiusos para que, por un módico precio mensual, por las tardes puedan realizar actividades extraescolares de todo tipo. En los parques hay acogedores cobertizos comunes con mesas, libros, cuentos y juguetes donde algunos padres voluntarios ayudan a las tareas escolares. Hay pistas de hielo al aire libre y si no tienes patines, los tomas prestados del cobertizo común. Y, cosa curiosa, los daneses caminan estupendamente sobre la pista de hielo, sin patines, con sus zapatos y sin resbalar...

La mirada del abedul...


Y con tanto frío, en Copenhagen todas las casas están calentitas, y todas las ventanas y puertas encajan estupendamente. Y las iglesias luteranas son muy sencillas y están tan calentitas que da gusto entrar para recuperar el calor de manos y mejillas mientras haces como que rezas (igual que se hace en Roma, Florencia y cualquier capital castellana, pero con calor) Porque, eso sí, los grajos vuelan bajo en CPH, muy bajo. Lo que pasa es que el frío del carajo se combate bien aquí... También hay garzas en los parques, y ardillas muy descaradas. Casi todos los árboles son aquí caducifolios, y a primeros de marzo las ramas están tan desnudas que forman un encaje abigarrado contra el cielo blanquecino. Álvaro dice que no, que también hay tejos de hojas perennes, pero deben ser los menos…



Hacen los setos urbanos con hayas. Me refiero a los árboles que forman hayedos y en otoño regalan preciosas tonalidades ocres y doradas, como en Irati. Ahora, en el invierno de CPH, están secos... pero si los dejaran crecer lo mismo se les formaría un hayedo en las aceras. Y sin embargo, a pesar de lo amable de la ciudad, hay cacas de perros por las calles, ¿quién lo diría? Los tomates sherry, los pepinos y los pimientos son de Almería, las manzanas son danesas, los plátanos de Costa Rica y en mango del Perú. El pan es extraordinario, todos. Tienen decenas de tipos y con ellos hacen los smorrebrod...



También está la cosa de la latitud, que no es lo mismo estar a 26 que a 55 grados norte, que son muchos grados. Se nota en la inclinación del sol, que nunca llega a estar todo lo alto que uno espera, y parece que es mucho más tarde de lo que es. Por eso quieres comer a las once de la mañana, porque crees que son las dos y media, y cuando llegan las ocho de la tarde tu reloj biológico cree que son las once y se te abre la boca. Por eso son raros estos nórdicos.

Dicen que en invierno los daneses se vuelven hoscos y malhumorados, que se les retira la risa y no contestan si te cruzas con tu vecino en la escalera. Pero cuando los días se hacen más largos, mutan a gente algo simpática. No es que lleguen a tener un comportamiento meridional (…qué passa pishita) pero, mira, si a un danés civilizado le adosas una sonrisa hasta resulta resultón…




…por eso digo que prefiero mirar danesas, ¡no vaya a ser que a estas alturas me llegue a gustar algún danés de sonrisa civilizada! Que la vida te da muchas sorpresas. O sea…


2 comentarios:

Diego dijo...

De acuerdo contigo primo, a mi también me gustan las danesas, sobre todo después de nuestro viaje allí de hace unos años (campingcaravaning-diego.blogspot.com.es)

Miguel Ángel López Moreno dijo...

Un abrazo, primo...