lunes, 1 de diciembre de 2014

Momentos hospitalarios

En la habitación de atrás malvive un señor muy mayor y diabético. Le han cortado las dos piernas y, además, debe tener demencia senil. Está sólo. Dicen en los pasillos (porque al final aquí todo se sabe) que su mujer vive también sola por el Tesorillo, que tiene que coger tres autobuses para visitar a su marido, y que no le llega con la mierda de pensión que le ha quedado. Por eso está sólo todo el día.

El pobre hombre se queja, se lamenta y acaba dando alaridos cuando se le pasa el efecto de los analgésicos. Sobrecoge oírlo. Lleva así una semana. Al principio era dramático y todos estábamos impresionados. Hoy sus gritos y lamentos forman parte del entorno hospitalario.

Nuestra nueva vecina de habitación es una señora de ochenta años, vivaracha y muy arrugada. No fuma, "vapea" constantemente desde una especie de cilindro con boquilla. Dice que tiene muchos nietos y los tiene repartidos por Inglaterra y Gibraltar, estudiando unos y trabajando otros. Cuidan a la señora su hermana mayor, de ochenta y dos, que viste vaqueros y pañuelo palestino al cuello, y su nieta preferida, que estudia gestión de empresas en Madrid, y dentro de tres días se marcha a New York con una amiga. 


La nieta es guapísima, alta y rubia, y además simpática. Mi hermana le ha propuesto matrimonio en nombre de su hijo, mi sobrino, y la chica se ha reído. Viste jersey holgado, rojo, y mallas negras muy ajustadas. Tiene bonito tipo la rubia, y mejores formas ocultas…

…pero no sé. El diabético sin piernas ha recomenzado sus gritos de auxilio y la abuela se acaba de tomar un frasquito de esos para evacuar las tripas, y se caga cada diez minutos dejando turbios efluvios por la habitación… y así como que no encuentro yo la manera de dedicarle a la rubia un pensamiento erótico…

...o eso, o que se me está pasando la cosa erótica a un segundo plano.

No sé yo. No sé…

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