martes, 11 de noviembre de 2014

Les dije que deberían ser como un junco en mitad de la corriente

Me lo enseñó una persona muy interesante, de esas que merece la pena conocer, a los pocos días de casarme. Me triplicaba la edad, pero hubo siempre una corriente de simpatía y complicidad entre él y servidor. Recuerdo su mano en mi hombro, sonrisa socarrona y gesto sobrado: hijo, tienes que ser como un junco en mitad de la corriente… y no dijo nada más, no hizo falta. Después de eso, más que recordar sus palabras, he rememorado muchas veces su gesto y su mirada cuando las dijo…

…y eso traté de hacer el otro día en la boda de Manolo y Ángela, continuar la historia, sembrar la misma idea y recordar con todo cariño al tío Marcial, ese hombre ejemplar:

«Hace muchos años, en una situación similar a la vuestra —es decir, recién casados— un hombre bastante sabio me dijo una cosa que nunca he olvidado. Me dijo: DEBERÍAS SER COMO UN JUNCO EN MITAD DE LA CORRIENTE. Que si no me equivoco es una frase de Confucio, y no necesita muchas explicaciones. Los sabios tienen esas cosas, que se explican muy bien. Ya sabéis, la frase hace referencia a las cosas que suelen pasar en la convivencia entre dos personas, a la necesidad de adaptación, habla de la importancia de ser flexibles y evitar posturas rígidas que provoquen rupturas… de aprender a confrontar civilizadamente para elegir qué batallas hay que pelear y cuáles no. Habla de superar los malos momentos, de aprender de ellos y de salir enriquecidos de la experiencia… de todo eso habla, y de no olvidar las propias convicciones, al fin y al cabo el junco vuelve a su sitio y la corriente continua su curso. Esta es la explicación políticamente correcta.»

En este punto expliqué que cuando digo ‘junco’ también hay que entender ‘junca’. Que la cosa iba en ambas direcciones.

«...pero hay otra explicación que me dejó cavilando. Me la explicó un amigo, un poco sinvergüenza, me dijo que eso del junco y la corriente lo llevaba haciendo él desde que se casó. Que él siempre escuchaba pacientemente las palabras de su mujer, y luego hacía lo que le venía en gana...»

En realidad, lo que este amigo un tanto canalla me dijo era que ‘soportaba estoicamente las broncas de su mujer’… pero lo suavicé porque no era el momento de introducir malos rollos en el sistema…

«Claro, desde entonces existe una duda razonable: ¿Qué nos quiso enseñar el hombre sabio? ¿Una reflexión sobre tolerancia y respeto o una simple receta para sobrevivir?

No sé… tal vez fuera precisamente esto lo que el hombre sabio quería plantearnos: que no hay una sola explicación, que no hay absolutos y que siempre hay otro punto de vista tan válido como el primero. Y, mirad, la experiencia nos enseña —lo voy a decir aunque me tachéis de sexista— que la mujer siempre-siempre tiene otro punto de vista. Un punto de vista generalmente más intuitivo, más lógico y mejor. Un punto de vista que siempre conviene tener presente.

Así que, no sé… por la cuenta que os trae, más vale que os escuchéis mutuamente, que apliquéis empatía en cualquier relación, que seáis como un junco en mitad de la corriente... pero todo eso, todo eso, envuelto y adobado de muchísimo  cariño. De esa forma tendréis una buena oportunidad»

Y entonces les di un abrazo fuerte.

2 comentarios:

igoa dijo...

Buen consejo ese de Confucio que evidentemente se puede interpretar de muy diversas maneras segun a que situacion se aplique.
Gracias y me quedo pensando, pensando.
Saludos desde la India

Miguel Ángel López Moreno dijo...

Ya no tenemos fronteras, Igoa, en la transmisión de las ideas. Ya sólo falta llevarlas a la práctica civilizadamente...