martes, 26 de agosto de 2014

La discreta violencia del sistema

Dicen que en las guerras aflora lo peor de nosotros. Que desaparece la escasa costra de civilización que rodea nuestro comportamiento y deja al descubierto el cerebro de reptil que aún conservamos. Y sin un corsé que racionalice las decisiones, no somos más que un saco lleno de gusanos.

Se supone que nosotros –‘personas de bien’-, recubiertos de la racionalidad que supone una civilización, somos mejores. Pero no creo que lo seamos. No creo que seamos mejores que los carniceros del Estado Islámico de Irak y Siria, que cortan cabezas en directo y las exhiben. Ni somos mejores que los genocidas sionistas que asesinan sin juicio al supuesto culpable y, ya puestos, a los niños de alrededor. Ni mejores que los torturadores de cualquier dictadura que hacen desaparecer a la gente porque tienen ideas. Ni mejores que los sibilinos conspiradores de la CIA –ciudadanos de esa Gran nación bendecida por Dios- que inyectan millones de dólares a quién defienda los intereses de USA, sean quienes sean y hagan lo que hagan. Ni mejores que los jemeres rojos etc., etc., etc. Sólo falta una pequeña chispa para que nuestros gusanos afloren en cualquiera de nosotros. Somos los mismos animales que recorrían la sabana hace 500.000 años, sólo que ahora llevamos corbata y un halo de falsa respetabilidad.

Pero no sólo dejamos escapar nuestros gusanos en las guerras de misiles y bombardeos, de sangre y amputaciones... No sólo en esas guerras. El problema es que no percibimos que existe una guerra entre nosotros por mucho orden y seguridad que aparentemos disfrutar. Existe una guerra discreta y persistente entre nosotros. Es la guerra silenciosa que nos hace un sistema empeñado en extraer nuestro derecho a ser felices, empeñados en convertir las democracias que nos amparaban en sistemas de explotación que garantice los privilegios de las castas dominantes. Es una violencia que no hace sangre pero mata de tristeza a la gente, la mata de inanición intelectual, o la mata por inmersión en una competitividad que nos deshumaniza y nos transforma en cosas destinadas a ganar dinero para consumir tonterías... Únicamente para eso, para destruir a la gente y al planeta en el proceso de mantener sus privilegios.


Hay una violencia extrema cuando un gobierno recorta los derechos humanos que creíamos tener conquistados... Derecho a un techo digno, a una atención que ampare a las personas dependientes, a una sanidad eficiente por el simple hecho de ser y estar. Se ejerce una violencia insoportable cuando un gobierno recorta el derecho a una educación tan excelente como la que pueda pagar el más rico. Se ejerce violencia cuando nos atontan con los amores de verano de este idiota o aquella imbécil de turno y nos lo ponen en la tele para que vivamos vidas ajenas. Se comete un crimen contra la humanidad cuando un sistema de gobierno mima al poderoso y pisotea a los que no tienen nada…

...hay una violencia extrema cuando Pujol, el ex honorable catalán -o cualquier otro evasor de impuestos-, demanda al banco andorrano por no mantener el secreto de sus fechorías financieras. Eso es violencia extrema porque supone penurias para otros. Y existe una violencia insoportable cuando Ángela Merkel y Mariano Rajoy deciden el futuro de la gente mientras pasean por el Camino de Santiago… ¿Es que la gente no estamos, no existimos, no contamos? Es violencia esa democracia representativa que nos impone esta casta de gente soberbia, una democracia de un voto cada cuatro años y cállese usted.

Y ante tanta violencia desatada contra la gente de las aceras y plazas... si ponemos la otra mejilla -es decir, si votamos a los que defienden este sistema criminal- la carcajada de los opresores se oirá en Alfa Centauri.

Y, además, merecidamente.



2 comentarios:

celestepv dijo...

Hola Milano:

Creo que coincidimos en tema, aunque yo escriba desde el punto de vista de la opinión publica, los movimientos sociales y las protestas. En fin, estamos ante la violencia de clase, aunque muchos se empeñen en decir que es tema antiguo y pasado; lohacen para taparlo.

Me alegro de leerte en esta nueva plataforma. Reconozco que echo de menos La Comunidad de El País; lo pasé bien por allí.

Saludos cordiales.

Miguel Ángel López Moreno dijo...

Un cordial saludo, Celeste, vieja compañera... Por aquí seguimos, más cansado, más escéptico, más vencido, la verdad. Y, si me permites, te mandó un abrazo.