lunes, 22 de julio de 2013

Hay que ser gilipollas

Decía un veterano actor argentino que en realidad le habría gustado ser haragán; vivir del cuento, sin responsabilidades, sin ataduras y libre. Joder, yo también, pensé… Pero no duró mucho esa percepción. Hoy pienso que no tenemos derecho a permanecer impasibles cuando uno es medio consciente de lo que está pasando con la civilización que teníamos. Hoy es tan evidente la agresión a la gente que me parece un crimen conocer la enorme injusticia y seguir inactivo.


Bisabuela y bisnieta… por ellos.
Tengo una amiga que prefiere permanecer en la ignorancia de lo que pasa porque dice que así es más feliz; se auto limita a lo que hay entre las dos esquinas visibles y se conforma con vivir el día a día sin resistir… pero servidor no puede hacerlo. Hace muchos años que resolví ese viejo dilema a favor de la beligerancia (ser ignorante y feliz o ‘conocer’ y en consecuencia adoptar un compromiso)
…sí, un compromiso con la beligerancia, aunque sea una beligerancia teórica, con palabras, porque nunca he sido valiente.
Hay un grupo en Facebook que se llama ‘Tanto gilipollas y tan pocas balas’. Me da vergüenza reconocerlo, pero opino lo mismo… el problema es que a veces pienso que nosotros, la gente de la calle, los que sufrimos la dictadura del poder financiero y la teología neoliberal, somos realmente los gilipollas… Y lo somos por permanecer impasibles como burros, soportando las embestidas de ese poder que nos roba la sanidad, la educación, el amparo social y el futuro de nuestros hijos sin salir a la calle y liarla parda.
Todo lo contrario… ahí tenemos al pobre indigente intelectual que nos gobierna en España, un mentiroso sin credibilidad, un simple lacayo de los poderes financieros, que en lugar de marcharse a su casa insiste en mantener la franquicia de ese poder sobre sus hombros… pero sólo es un pelele útil para los poderosos porque tiene la mayoría absoluta de una democracia que solo es un voto cada cuatro años… y pare usted de contar. Pues ahí le tenemos, ‘sobrecogido’ in fraganti… y nosotros, la gente de la calle –y yo el primero-, esperando que pase algo sin darnos cuenta que somos nosotros los que tenemos que hacer que las cosas pasen… ¡¡Joder!!


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