domingo, 5 de mayo de 2013

Cuando se marchan, obligados por estos miserables




Hoy he dedicado un libro a mi segundo hijo. Le he dejado dicho en la solapa, más o menos, que escribir un libro o plantar un árbol no han sido tareas demasiado complicadas, que lo realmente importante era tenerle a él. Cerca o lejos, la distancia física no es lo más importante, lo que importa es mantenerlo pillado, aquí, en el corazón. 

Pero mis hijos tendrán que marcharse lejos, igual que muchos jóvenes. Esta mierda de país los desecha con tal de cumplir con los deberes que mandan los mongo-liberales… esos que insisten en desmembrar el Estado y en dejar a la gente al albur de los mercados y dicen, mientras tanto, que vendrán tiempos mejores… ¿mejores para quién, so borrico?

Y cuando los hijos se marchan al otro lado del océano, obligados por estos miserables, el mundo se nos hace excesivamente grande, y los peligros afloran en cada pensamiento por mucho que apliquemos razón en las cosas.

La imagen es un atardecer sobre el río Arillo, San Fernando



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