martes, 2 de octubre de 2012

Crónicas de Jubilación / Paquita

Primero de octubre de 2012, lunes.
Hay una fauna humana que ocupa la ciudad por las mañanas. Apenas llevo dos días ejerciendo de jubilado y ya lo percibo. Es una fauna humana que no se ve a otras horas. Ya sé que es obvio, pero no me había parado a verlo…
Paquita tenía 69 años cuando gané la oposición y entre a trabajar. Era administrativa, y todos los días, invariablemente, a las ocho de la mañana acudía a la iglesia del Arsenal de la Carraca a escuchar misa. Luego, en paz consigo misma, se incorporaba a su puesto de trabajo en la oficina de un laboratorio de pólvoras y explosivos… se sentaba delante de su máquina de escribir y dormitaba con los brazos cruzados (dormitaba profundamente, no te creas) Sólo de vez en cuando, don José, el alférez de navío que llevaba la oficina, le pedía que hiciera tal o cual oficio, más que nada para entretenerla. Paquita era una abuela de 69 años en 1978 y sobrellevaba no sé cuantos achaques propios de su edad. Vestía de negro, tenía el pelo totalmente blanco y renqueaba de una pierna. Al poco de jubilarse, con setenta años, falleció… ¡quién sabe! Tal vez porque ya no tenía nada que hacer en la vida.
Hoy tengo sesenta y ha sido mi primer día de jubilado. Afortunadamente conservo la cabeza clara y tengo mil ideas y mil cosas por hacer. En estos 34 años hemos conquistado —entre otros— el derecho a vivir dignamente después de trabajar más de media vida. Pero la crisis está a punto de succionarlo. La crisis está sirviendo para muchas cosas. Entre otras para entender que cambiar el mundo es indispensable… indispensable para mantener los privilegios de algunos pocos, por supuesto. Por eso ahora los dogmas neoliberales que nos apporrean por todos lados, intentan convencernos con uno de sus mantras repetitivos: ‘hay que adecuar la edad de jubilación a las expectativas de vida’… Quieren decir que no les importa la gente, ya lo sabemos. Para esta mesnada de mesiánicos neoliberales lo importante son las cuentas, los balances positivos y buscar por cualquier medio la confianza de los mercados, sus amos. Y a estos amos sacrifican a la gente y el bienestar conseguido. El dogma neoliberal es insaciable por definición y succionará cualquier derecho que hayamos conquistado. No se puede esperar otro comportamiento… buscar el ‘máximo beneficio privado’, y aceptarlo como verdad incuestionable, es incompatible con un comportamiento democrático, solidario o simplemente humanizado.
Es decir, quieren volver a lo de Paquita… pero con sueldos de miseria, jornadas esclavizantes y súbditos sometidos. Y lo conseguirán —esto y todo lo demás— a no ser que despertemos, nos plantemos y resistamos sin violencia, con las manos en los bolsillos, pero sin dar un paso atrás. Porque somos más y somos civilizados.

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