lunes, 9 de enero de 2012

La realidad se nos escapa...


…las farolas reales están a escasos trescientos metros de la Sala de Exposiciones, en la balaustrada que da al mar de poniente, en la Alameda Apodaca. Es una de las salas recuperadas del viejo Castillo de Santa Catalina, en Cádiz, que es del siglo XVII. Cristóbal de Rojas, a las órdenes de Felipe II, fue el ingeniero militar que diseñó la fortaleza…
Sí, las farolas reales están a escasos trescientos metros del cuadro, pero nos sentamos a observar la representación pictórica; a experimentar las sensaciones que nos provoca la imagen; a percibir lo acogedor del recodo que han preparado para los visitantes; a respirar la atmósfera familiar del entorno… Somos extraños los seres humanos: tenemos la realidad a un paso pero nos sentamos a observar la interpretación personal del artista. Debe ser cierto eso que dicen de los humanos, que tenemos un plus de conciencia.
Será porque estamos hechos para interpretar lo que percibimos, y es lo que hacemos siempre: interpretar los datos imperfectos que recogemos. Desde que me dijeron que la materia estaba hueca porque “si un átomo tuviese el tamaño de un estadio de futbol, el núcleo sería una canica colocada en el centro, y los electrones serían partículas de polvo agitadas por el viento alrededor de los asientos”… desde ese momento uno se pregunta ¿qué clase de mundo estamos “viendo”? O que cuando tocamos con los nudillos la mesa no es que choquemos con la materia —que está vacía en un 99’9%—, es que son fuerzas de carácter opuesto lo que impide que progresemos hasta el interior de la madera. El mundo se diluye entonces en algo inconsistente. ¿Qué son las formas, el volumen y el color que diferencia una cosa de otra o un vacío de otro? Y desde ahí a la extraordinaria organización que supone la conciencia de observar un cuadro, y SENTIR por ello, es un proceso que muchos calificarían de sobrenatural. Yo prefiero seguir sintiéndome maravillado de lo que somos capaces los hombres, por esencia y por voluntad…
P.D. En la imagen, Bala y Chema contemplan las farolas. Lo lamento muchísimo, pero no recuerdo el nombre del artista que las pintó.

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