martes, 21 de junio de 2011

15-M: La Indignación popular no debería ser un partido político

Indignados el 19-J en Cádiz

No hay nada más fascinante que observar una jaula de monos. Detectar al líder del grupo, sus poses de dominio, los amagos, y los castigos que reciben los que no se doblegan. Las señales de sumisión y pleitesía de los que están debajo. El acercamiento de machos jóvenes aduladores y las traiciones posteriores; las alianzas entre segundones para desbancar al líder. El movimiento de las hembras. El status de cada individuo y las tensiones que afloran cuando alguien lo violenta, etc., etc., etc.

Tal vez por eso me resultaba fascinante la idea de Gran Hermano… el de Tele 5, digo. Porque no era más que una jaula de primates en busca de líder. Hasta que el ansia de espectáculo-basura eliminó el aspecto más interesante que tenía la idea… ¡¡y, al final, ni siquiera ha servido para que 1984 se convierta en superventas!!

Los que saben de estas cosas, lo dicen. Es genéticamente inevitable: si formamos un grupo de homínidos y lo hacemos convivir, en muy poco tiempo se inician las luchas para que un individuo se haga con el liderazgo del grupo o, en su caso, el más agresivo lo imponga directamente… Los primates es lo que tenemos, que necesitamos un jefe para echarlo.

Por eso también resulta fascinante observar el desarrollo del movimiento 15-M. Aparentemente acéfalo, asambleario y sin dirección ideológica. Y necesario. Mucha gente, con independencia de su ideología anterior, considera que había que hacer algo, y ese algo ha sido la indignación popular aglutinada en el 15-M. Todos sorprendidos por la ausencia de un líder al uso, visible, con cara, que hable en nombre de todos, que condense la voluntad de muchos, que someta a la disciplina de su discurso a todo el movimiento, que se coloque las medallas, que se lleve las fotos y los platós… No hay uno de esos, y sin embargo, la indignación no se ha desinflado y cada día que pasa se nutre de mayor confianza. Que persista el movimiento sin líder tal vez sea porque siempre aparece una variable imprevista en la ecuación histórica que descoloca las previsiones, en este caso, las redes sociales (twitter y facebook) han tomado un protagonismo novedoso que a muchos nos tiene perplejos.

El siguiente paso esperable —lo que muchos esperan, unos de buena fe, otros, sibilinamente frotándose las manos— es la reconversión del 15-M en un partido político al uso, o sea, con un jefe de filas que dirija el discurso de todos, que uniformice la dirección ideológica y reparta un pliego de consignas/respuestas para cada pregunta. Ese supuesto partido debería llevar todas las propuestas de regeneración democrática, que se han planteado en las plazas, al parlamento, que es donde se cambian las cosas en democracia…

¡Craso error!

No habríamos entendido nada. En España ya tenemos partidos políticos como para que muchos asuman las ideas refrescantes que emanan de las plazas y las lleven al parlamento, y las hablen allí hasta quedar afónicos —pero no sólo en el parlamento, también en los consejos de dirección de grandes corporaciones—. No, no se necesitan más partidos, necesitamos que todos los partidos —y la sociedad en general— asuman la ética que emana de las plazas como valores transversales propios… Esa será la mejor forma de llegar al parlamento. Y para eso es necesario que la INDIGNACIÓN siga presente, imaginativa y visible, y que cada acción que asuma el 15-M haga bajar la cara de vergüenza a la mayoría de los políticos electos con millones de votos.

Me parece que la indignación popular no desea violentar la democracia, lo que queremos es volver a estar ilusionados por ella. Me parece…


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