jueves, 17 de marzo de 2011

Japón está cerca


Los neurocientificos que estudian estas cosas, dicen que el cerebro del homo sapiens es tan sabio que, frente a los dramas ajenos, sabe distinguir cuando y donde debemos sentir compasión, o cuando permanecer impasible; y en ambos casos, actuar en consecuencia… con empatía o con distancia.
Y debe ser verdad. Hay muchos ejemplos cercanos que nos ilustran esta realidad… si un oncólogo de niños —o cualquier médico— no opusiera la distancia justa con su paciente, acabaría trastornado… El cerebro ha aprendido a ignorar la emoción de una amenaza —y cualquier estímulo— siempre que ocurra a una distancia de seguridad (física o emocional) El cerebro aprende que lo que ocurre lejos no es una amenaza; y lo que ocurre cien veces en las cercanías y sin consecuencias, tampoco. Por eso muchos permanecemos impasibles cuando mueren de hambre cien niños por hora, cuando los dictadores torturan con sadismo a sus oponentes o cuando mueren diez mil hombres en un cataclismo… simplemente ocurre lejos, no son amenazas inminentes. Les dedicamos una frase y seguimos con lo cotidiano.
…pero la anciana japonesa, la que se acerca al trapo rojo que ha colocado el bombero para señalar un cadáver enterrado entre escombros, la que no conoce quien es el muerto pero no le importa, la que se inclina con respeto y junta las manos y musita una corta plegaria para despedirlo… y el bombero, el hombre que suponemos tosco y primario, el que deja sus tareas y la acompaña con un respeto que sobrecoge. Nos hacen llorar. Los dos… por muy lejos que estén.

No hay comentarios: