viernes, 9 de mayo de 2008

Romería del Rocío y otras averías

Que las cosas siempre hayan sido así no es justificación para que se mantengan así para siempre: es necesario evolucionar (seguramente). Cambiar algo, aunque sea para mal… pero cambiar, moverse y dejar correr aire fresco.

Ya sabemos que las tradiciones sirven para cohesionar a un grupo y darle conciencia de serlo… y todas esas cosas que dicen los antropólogos —y también, hay que reconocerlo, sirven de atracción turística y fuente de ingresos—. Pero también parece razonable pensar que los tiempos cambian, y cambian las motivaciones; y por eso hay tradiciones que se nos van dibujando como aberraciones ridículas y hasta bestiales.

Hoy —por mucha tradición que exista— casi nadie permanece impasible, por ejemplo, ante las payasadas de los picaos, en la Semana Santa de San Vicente de la Sonsierra (La Rioja), que se autoflagelan como los chiitas, y sangran las ampollas pinchándolas con vidrios rotos… o con la romería del Rocío, cuando esas mesnadas de arrebataos, con el cerebro licuado, asaltan la verja y alzan en blandos movimientos a un pequeño ídolo que elevan a la categoría de diosa. ¡Que hasta Juan Pablo II se avergonzaba del triste espectáculo que ofrecen estas huestes cristianas!


Y, por favor, que nadie se rasgue las vestiduras por haber llamado ídolo y diosa a la Virgen del Rocío, porque yo soy el ofendido. Si los rocieros ofrecen su denigrante espectáculo todos los años… supongo que se me permitirá decir lo que pienso en mi propia casa, entre otras cosas porque en un estado democrático todo lo público está sujeto a la crítica del común de los mortales —incluidas la romería del Rocío y la religión, pasando por laschorradas que se dicen en este blog—.

Y ya va siendo hora de decir estas cosas en voz alta, que llevamos toda la vida en silencio, atenazados por una timorata sensación de respeto, cuando ellos tienen la tradición —y la ínfula de la defensa de la tradición— de su lado. O sea, ya es hora de decir en voz alta que muchos nos avergonzamos de pertenecer a una comunidad que hace cosas como el Rocío, y que por su culpa nos identifiquen con estos descerebrados... y digo descerebrados y digo bien, porque para hacer esas payasadas es indispensable abandonar la razón encima del frigorífico y lanzarse a la calle así de ligeritos.



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