viernes, 23 de mayo de 2008

Los caminos paralelos


Canon de Pachelbel en la calle Sierpes de Sevilla. 22 Mayo 2008


Hubo un tiempo en el que no había pereza para nada. Las calles de Sevilla no tenían secretos y cada rincón era familiar. En ese tiempo coger la mano de aquella chiquilla de ojos achinados -que cuando reían se transformaban en un par de puñaladas en un tomate- era el colmo de la sensualidad... no deberíamos olvidar aquella sensación (¡y no la he olvidado!) Y tampoco deberíamos olvidar los escenarios de otro tiempo porque fue en ellos donde también aprendimos a ser lo que somos...

No es mala cosa volver a caminar los viejos caminos (tenía razón Saramago), pero ahora con más años, con menos ataduras y más largueza; trazar sendas paralela con pasos menos elásticos y más pausados; remirar los rincones donde ahora han crecido árboles nuevos; comparar las viejas esquinas de la ciudad y ver que sigue existiendo el mismo recodo donde Emilio vomitó la borrachera... y sentarse en el mismo banco de la plaza del Duque donde oí por primera vez a mi compadre Carlos Bernal cantar En tu Piel hay grabada una P de Poeta, Pensión y País... y la gente que pasaba no sabía si aplaudir o dejar una propinilla. Hacer todo eso, repetir los pasos, viene a confirmar nuestra presencia en la vida pero desde otra posición...

Si... en aquel tiempo era un placer sentarse con ella en un bordillo de la acera, con la catedral a modo de respaldo, y devorar a medias un bocadillo de sobrasada del Horno San Buena Ventura y, de paso, discutir con Jhonny ­-el puñetero amigo que me disputaba el amor de la chiquilla- si ese trozo de piedra era una simple roca de composición química determinada o era un trozo de catedral con alma humana... mientras ella calibraba los argumentos del químico y del artista.

A la larga ganó el químico... y todavía me pregunto por qué.




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