sábado, 1 de marzo de 2008


Leí hace mucho tiempo que había una forma muy sencilla de distinguir a un gato de un hombre. Creo que era en un libro de etología, una ciencia que entonces parecía nueva. La verdad es que uno se va olvidando del origen de sus lecturas, y al cabo del tiempo somos una amalgama de párrafos medio olvidados; experiencias apenas asumidas; conversaciones oídas sin demasiada atención; pensamientos copiados sin misericordia; mil roces humanos y algunos amores fermentados... somos todo eso, removido, no revuelto.

Lo del gato y el hombre no era ninguna broma. Decía el autor que si a un gatito encerrado en una habitación vacía se le echa un ovillo de lana o una pelota, se lanzará inmediatamente a jugar con ella. Pero si es un hombre el que está en la habitación, no prestará la menor atención a la pelota; lo que hará será intentar descubrir quien la ha tirado a través de la puerta.

La curiosidad es lo que distingue al hombre... su intento de relacionar causa y efecto es lo que lo eleva y lo mantiene alerta y vivo...

...empiezo a preocuparme: servidor lleva más de cuatro semanas jugando con la pelota...



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