sábado, 23 de febrero de 2008

Zapatería


Al niño le fascinaba entrar en Calzados Cutillas —estaba al final de la calle Real de Ceuta, cerca ya de la Plaza Azcárate— y mirar ese espejo a ras de suelo que dejaba ver sus zapatos. Aquella imagen era difícil de explicar. ¿Cómo era posible ver el suelo si el espejo estaba inclinado hacia el techo? La zapatería olía a talabartería porque a mitad del siglo XX todos los zapatos eran de cuero de vaca. El plástico no existía a nivel de calle.

Mi madre compraba allí los zapatos; lo hacía a plazos mensuales, sin papeles de por medio, y a veces había que saltar algún mes porque las cosas eran como eran… pero había confianza. Y mientras mi madre trajinaba, el niño se quedaba parado delante del espejo inclinado, y miraba ese extraño mundo reflejado a 45º...

…cincuenta años más tarde el niño grande sigue haciendo lo mismo. Mientras mi compi de la vida trajina con cajas y zapatos, me planto delante del espejo inclinado y allí me quedo todo el tiempo, como un pasmarote, disimulando para que no se note demasiado, y haciendo poses con mis zapatos viejos mientras me dejo fascinar con el mundo reflejado a 45º… y me acuerdo de Calzados Cutillas, y de mi madre, joven y atractiva, que no me soltaba la mano no me fuera a perder…

…cosa que al final -¡la pobre!- no ha podido evitar

Y ya puestos, y hablando de zapaterías, quiero dejar de nuevo constancia de mis inclinaciones. Es el momento de hacerlo... llevo más de un año hablando de la repugnancia que me produce la Aznarquía, o sea, la forma aviesa, desleal y miserabe de ejercer la política que tiene el PP, y justamente ahora, en plena campaña electoral, estoy cansado de hacerlo. Ya que no encuentro palabras nuevas, valga al menos una fotografía. Esta:



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