viernes, 22 de junio de 2007

¡Mira que lo intento!

¡Mira que lo intento! Que lo dejo estar y miro hacia otro lado para no opinar sobre religión (que luego mi amiga Mariquilla me dice que estoy obsesionado con el tema) Y no he dicho nada cuando, por ejemplo, la presidencia del Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz, publica las Pautas para el Cuidado Pastoral de la Carretera, documento que incluye losDiez Mandamientos del Conductor Católico (AQUÍ un artículo)… vale, lo dejo estar, me trago mis propios sapos y escribo sobre cualquier otra cosa para no convertir este blog en un alegato continuo contra los obispos.

FALTA FOTO

¡Pero es que no puedo callar, me persiguen, están por todos lados y me acechan a través de la ventana cuando vuelvo la espalda!

Fueraparte las bromas… hoy me vuelve a sacudir las entrañas la ingerencia de la iglesia en el derecho a legislar que tenemos los españoles; porque los españoles tenemos derecho a hacer nuestras leyes por mucho que estos sujetos (Nota 1) esten empeñados en una cruzada contra la asignatura Educación para la ciudadanía. Y eso hacen porque, en su sectaria opinión, tal asignatura obligatoria no está en la línea de sus doctrinas sociales(Nota 2) y, aseguran que lo que pretende Educación para la ciudadanía es adoctrinar al pueblo con mensajes de una mala moral, es decir, convertirlos en potenciales votantes sociatas, malvadas personas que más adelante sean capaces de privar a la Iglesia de todas sus prebendas.

(NOTA 1) Con "estos sujetos" me estoy refiriendo a los obispos españoles, gente sectaria, defensores de un pensamiento único; amantes de una verdad absoluta y en posesión de la única y verdadera moral posible, que debe ser impuesta a todos los seres humanos, quieran o no, para su salvación eterna.

(NOTA 2) Las doctrinas sociales de la Iglesia pasan por cosas como estas: el único matrimonio posible es el católico, y lo demás o son mariconadas, o son uniones contranatura, aberraciones animales mismamente; los homosexuales son enfermos mentales y personas dignas de misericordia; un feto de dos milímetros es una persona jurídica; el que usa un condón es obseso sexual; la persona que se divorcia es un pecador digno de excomunión y, además, un impaciente por no perseverar en el intento de convivencia; la que aborta es una criminal, y el doctor que la atiende otro criminal; para la iglesia de Cristo, las políticas que tratan de controlar la explosión demográfica en países de extrema pobreza, donde nacen niños para morir miserablemente de hambre, son políticas criminales, etc.

O sea, como ya sabemos, la única moral posible es la que ellos quieren imponer. No se resignan a perder el poder inmenso que tuvieron antaño, un poder basado históricamente en su alianza con el poder temporal hasta límites de sumisión teocrática. Y en los últimos tiempos de este país, el poder de la iglesia estuvo basado en la imbricación total con un régimen político inmoral y criminal al que no hacían ascos, todo lo contrario, estaban muy a gusto y muy en sintonía con los fascistas que gobernaron España desde la Guerra Civil hasta finales del siglo XX.

Me quejo inevitablemente (y creo que no debo permanecer callado en esta, mi casa) de la injerencia de la jerarquía católica en la política de este país. Denuncio también su intento ancestral de modelar la voluntad de la gente con mentiras, con cuentos infantiles, con burdas mitologías, con supersticiones ridículas y, en suma, con falsas confrontaciones con la razón. Los hombres deberíamos ser capaces de ir arrinconando a estos fantoches vestidos con ropas medievales y arropados con ideas peores y más peligrosas… porque la civilización ya es mayor de edad como para caminar de la mano de semejantes tonterías malignamente infantiles.

A ver cuando, de una jodida vez, un gobierno Español, soberano y digno, denuncia los acuerdos preconstoitucionales con el Vaticano. ¡Que ya es hora, puñetas!



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