viernes, 1 de junio de 2007

Desde un hotel el 28 de mayo de 2007

No es un hotel cochambroso. Las paredes están limpias; las moquetas del suelo no tienen polvo; no hay prostitutas por los pasillos, ni vendedores de nieve en la puerta. Tampoco estoy amargado, ni se enciende el anuncio de neón junto a la ventana... además, ha hecho un sol espléndido y el trabajo que me trae a este lugar va viento en popa...

...pero estoy lejos.

Los compañeros de trabajo son buena gente, tanto en lo profesional como en lo personal. Los anfitriones nos han acogido de mil amores. Anoche nos llevaron a comer un kebab de pollo, semipicante. Y todos se esfuerzan en parecer amistosos...

...pero estoy lejos.

He apagado la tele... ¿dónde queda lo acogedor de una habitación de hotel sin la tele? Nos acompaña y suple las ausencias. Aunque sean voces insulsas nos llena el vacío. La he apagado y el silencio se ha hecho atronador. Literalmente me zumban los oídos... ¿dónde coño queda el rumor del tráfico en esta ciudad? Nada me altera y podría escribir a placer...

...pero estoy lejos.

Dice mi compi de la vida que mi perro está triste, y que parece un alma en pena. Que se sienta en el segundo escalón de la escalera y espera con los ojos más melancólicos que de costumbre. Eso es que me echa de menos...

...porque estoy lejos.

El que no tiene perro no sabe lo que se pierde. Y tampoco lo comprende. A mi perro sólo le falta hablar... y pienso que tampoco lo necesita para decirme las cosas porque me las demuestra de mejores maneras. Las palabras pueden mentir, pero su mirada y su devoción jamás. Jugaría con él y le haría rabiar gruñendo para sacarle de la melancolía...

...pero estoy lejos.



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