martes, 8 de mayo de 2007

Los adoradores del diablo

Por lo visto, parte de los yazidís viven en el norte de Irak. Los yazidís son miembros de una antiquísima religión refundada en el siglo XII y que malea desde entonces elementos del judaísmo, cristianismo e islamismo. Los 300.000 fieles yazidis veneran -según una mala interpretación islámica- a Satán, el Ángel Caído, pero no es un personaje tan cabroncete como lo consideramos nosotros. Según ellos, Dios le condenó al infierno por desobediente... (esto de la obediencia, por lo que veremos después, lo tienen muy a gala) Pero después de pasar allí 7000 años de sufrimientos, sus lágrimas apagaron el fuego infernal y Dios le perdonó. Desde entonces el diablo es el capitán de los Siete Ángeles que gobiernan el mundo en nombre de Dios.

Bueno, hasta ahí, vale... al fin y al cabo no es tan complicado como tener que tragar con la virginidad postparto de una madre o comulgar con el Dios Uno y Trino a la vez. En realidad el problema de esta secta/religión es el mismo que el de todas las religiones: que son el germen de la intolerancia, de la intransigencia y de la falta de cordura.

Estos adoradores del diablo están obligados a seguir numerosas reglas. No pueden pronunciar la palabra shaitan porque es el nombre de Satán en árabe, y, por extensión, no pueden pronunciar ninguna palabra que comience por sh, porque sería invocar a Satán de mala manera. Por el contrario, pueden comer carne de cerdo y beber alcohol... ¡pero tienen prohibido comer lechuga! porque se supone que en las lechugas se esconde Satán. No pueden arrancarse un solo pelo del cuerpo y tienen prohibido lavarse... incluso la cara. El color azul oscuro está prohibido y las mujeres deben vestir siempre de blanco...

Si hasta aquí he escrito con cierta ironía, a partir de ahora debemos abandonarla... los hombres pueden casarse con cuantas mujeres deseen. Ellas tienen prohibido aprender a leer y a escribir. Y está prohibido que un yazidí se case con persona de otra confesión... ese fue el problema.

...Doaa Aswad Dekhil, una chica yazidí de 17 años, se enamoró de un joven musulmán y se convirtió al Islam con la intención de casarse con él. Doaa fue lapidada por ocho o nueve hombres. Eran sus propios familiares... (AQUÍ la noticia)


“Las imágenes no tardaron en colarse en Internet y lo que se ve en ellas pone los pelos de punta. Una chica morena vestida de rojo intenta evitar las piedras. Está cubierta por su propia sangre. La muchacha intenta levantarse, pero alguien la empuja y otra persona le machaca la cabeza con un trozo de hormigón. Todo indica que el asesinato tuvo lugar el 7 de abril pasado...”

Ante hechos como este (y seguro que sólo conocemos una ínfima parte) ¿Hay que hacer algo o debemos respetar la forma de pensar de los que no piensan como nosotros? ¿Hasta donde tenemos que aceptar que las religiones gobiernen la vida de las personas fuera de los templos? Sin duda, a este homo sapiens venido a menos, y actual revolucionario de salón, le gustaría seguir siendo beligerante y pelear, aunque sólo sea desde aquí, contra la sinrazón que representan las religiones, todas las religiones... incluso la religión personificada en el párroco bonachón, católico y buenagente de una pequeña iglesia de pueblo español, porque tanto la una como la otra, parten de la misma sinrazón y exigen la misma obediencia a-racional, y eso es el germen de la intolerancia.

Post Scriptum: Vale, vale... ya sé que esto necesita otras explicaciones, pero ahora no puedo dedicarle más tiempo.




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