El primer pueblo de la Mancha después de superar
Despeñaperros era Almuradiel. Tiene nombre andalusí y cuando la vieja carretera
Nacional IV lo atravesaba a todo lo largo, las aceras desplegaban decenas de
tiendas que ofrecían sabores exquisitos, quesos manchegos, pan, vino, chorizos…
Por entonces, cuando la globalización ni siquiera era una distopía de ciencia
ficción, uno buscaba quesos sin etiqueta, caseros, sin control de sanidad;
verdaderos quesos de autor, ¡y se encontraban! Y quién dice quesos, dice
chorizos y vinos. Pero desde que hicieron las autovías, este tipo de pueblos
ha muerto. Hace unos días atravesé la calle principal de Almuradiel y parecía
un cementerio abandonado…
…me temo que casi siempre el progresó arrasa con lo
sencillo, con el romanticismo y con las utopías. Lo global y hortera ha vencido
sobre la singularidad localista.
Luego, siguiendo la vieja Nacional IV llegabas a Santa
Cruz de Mudela, con su caminillo de cipreses altos y tristes que sombreaba
hasta el cementerio. Pero la autovía lo atravesó por medio y desde entonces los
cortejos fúnebres discurren bajo el sol dando un rodeo. Hay una plaza en Santa
Cruz de Mudela que se llena de niños y abuelos cuando templa la temperatura.
Pero cuando hace frío es un pueblo tan desierto como Almuradiel. Es una ciudad
de tres o cuatro mil habitantes. Correcta, no está sucia, tiene comercios, un
centro cultural, farmacias, muy pocos bares, alguna cafetería, un mesón, un
hotel… pero no es bonita. Apenas das un paseo aprendes que detrás de cada
esquina no habrá nada sorprendente. Nada. Nunca.
En Santa Cruz de Mudela me miran. De alguna forma
saben que soy forastero. Es un pueblo pequeño y se conocen todos los
parroquianos. En las tres tardes que llevó aquí he descubierto que sólo tiene
un lugar amable, la plaza del ayuntamiento, con sus juzgados, centro cultural y
sus banquitos sombreados por árboles jóvenes. Incluso tiene el pueblo un cine
Cervantes con aires de mitad del siglo XX.
Todas las tardes acabo sentado en uno de esos
banquitos. Un grupo de madres jóvenes comen pipas y vigilan a sus criaturas… y
de vez en cuando observo que me irán a hurtadillas. Hay también un buen número
de abueletes distribuidos en grupos. Los abueletes no me miran. Unos charlan
animadamente y otros solo miran al infinito. Tengo a mi lado, compartiendo
banco, a un abuelete bien vestido y elegante. Está solo y no vigila a ningún
nieto. Este va por libre. Hay una señora muy distinguida en silla de ruedas, es
de las que se pintan el pelo de color blanco azulado. La chica que la empuja
tiene una melena negra azabache, pero no he logrado comprobar si es
sudamericana. Lo que si he visto en Santa Cruz de Mudela son señoras magrebies,
con sus velos bien colocados, acompañadas de sus hijas con sus velos bien
colocados. Y también hay negritos simpáticos e integrados en el pueblo, que
hablan y bromean con las vecinas a voz en grito, mientras caminan por las
calles estrechas y anodinas. No hay chinos en Santa Cruz de Mudela… de momento.
Aprovechando que suenan las campanas de la misa de
ocho, me levanto y camino los doscientos metros pata visitar el templo. Es una
iglesia robusta y vetusta, la de Nuestra Señora de la Asunción, del XVI, que
parece de un gótico un tanto tardío. Una señora de pelo blanco reza en la
segunda bancada. Un señor de pelo blanco camina con las manos en la espalda por
la nave lateral. No hay nadie más, no hay misa de ocho. Un señor de mediana
edad, atezado por el sol perenne de la calle, y con una mochila mugrienta en el
suelo, pide limosnas en la puerta, como Dios manda.
Jamás faltan las iglesias en los pueblos de las
Castillas. Esta, la de Santa Cruz de Mudela, tiene delante una cruz de piedra a
la que han arrancado el aguilucho fascista y ahora se supone que es un homenaje
a los caídos en la guerra civil, sin distinción. Y tiene otra cruz que recuerda
a la que los cruzados cristianos levantaron en este sitio después de vencer a
los moros en la batalla de las Navas de Tolosa. Fueraparte de ese detalle ocurrido en el año 1212, no tiene nada
más…
…por eso me estuve acordando de mis amigos
patrimonialistas de la Isla de León, porque en San Fernando tenemos un
patrimonio histórico extraordinario al que apenas sacamos partido. No hay nada
mejor para redescubrir el patrimonio de tu pueblo que viajar a donde no lo hay…
…es el eterno recurso para percibir de nuevo lo que
posees y de lo careces: experimentar los contrastes.
2 comentarios:
Si, hay carreteras que se llevan por delante pueblos enteros. Y no precisamente por atropellarlos, sino por rodearlos. Y todo por las prisas. Que pena.
A veces pagamos demasiado caro ese aparente progreso. Lo hacemos sin cuidar las consecuencias... Somos demasiado ciegos. Es verdad. Un cordial saludo, Carlos.
Publicar un comentario