lunes, 26 de julio de 2021

Concordia y sodomía

 Este artículo se publicó en La Voz del Sur

Cuarenta y seis años hace que falleció el general Franco y seguimos necesitando una ley que reconozca a sus víctimas. ¡Tiene huevos la cosa! Teníamos víctimas del terrorismo, de catástrofes naturales, pero de Franco, no. Es decir, hemos necesitado una ley que reconociera los derechos de los que padecieron persecución o violencia, por razones políticas, ideológicas, de conciencia o creencia religiosa, de orientación e identidad sexual, durante el período comprendido entre el golpe de Estado de 1936, la Guerra Civil y la Dictadura franquista hasta la promulgación de la Constitución Española de 1978. ¡Como te digo, Antonia! Debería ser de cajón reconocer a las víctimas del franquismo, igual que se reconocieron en su momento a las del nazismo. No parece lógico, pero es así. Es así porque, más o menos, la mitad de los españoles están representados por una derecha política heredera de aquellos franquistas y no está por la labor de reconocer que sus mentores políticos eran unos criminales que provocaron miles de víctimas en las retaguardias o en La Victoria. No están por esa labor tales partidos. No. Por eso necesitamos que el parlamento refrende una ley que reconozca a las víctimas y condene a los causantes. Y así es cómo en España tenemos oficialmente víctimas del franquismo, porque lo dice la ley con un puñado mayoritario de votos, no porque sea una realidad reconocida, consensuada, aceptada por todos. ¡Somos raros, raros, raros!

Imagen tomada de columnacero.com

Aquí no tenemos una derecha civilizada y moderna, Antonia. ¡Que envidia nos da la derecha portuguesa, francesa o alemana! Esas derechas no son herederas del salazarismo, fascismo o nazismo. Lo han superado. Cada una tendrá sus cosas y sus manías, vale, pero son leales al juego democrático y tienen miras más altas que su propio ombligo. La nuestra no es así, digo el PP y VOX —lo vemos continuamente en el parlamento y cada vez que abren la boca en los medios—, que hunden sus raíces en lo más rancio y casposo del franquismo, al que no condenan. Aún recuerdo a Rajoy recortando con una verónica magistral —qué buen gallego era el tío, Antonia— mientras explicaba que «…eso del pasado, pues tal, mire usted; pero yo prefiero mirar al futuro». O al de VOX aseverando que el gobierno del presidente Sánchez era el peor en los últimos 84 años. ¡La madre que lo parió! ¡Ponía en igualdad los gobiernos del dictador con los gobiernos salidos de las urnas! Y luego tenemos a Casado con la penúltima genialidad: «La guerra civil fue un enfrentamiento entre los que querían democracia sin ley y los que querían ley sin democracia». Hay que reconocer que, reescribiendo la historia, el señor Casado está a la altura de su postgrado conseguido en Aravaca (Harvard). Otro personaje de VOX, el general Rosety, dice lo mismo «que no fue un golpe militar. Que fue media España que se alzó contra la otra media porque estaba siendo agredida». Sí, tú ríete, Antonia, pero este discurso es el mismísimo discurso que dispuso el franquismo como verdad oficial e inmutable. O sea, estamos en el siglo XXI y parece que aquí no ha pasado el tiempo.

Lo lógico habría sido que, al morir el dictador, muriese su régimen. Borrón y cuenta nueva. ¡Hala, a otra cosa, mariposa! Pero, no fue eso lo que ocurrió. Hubo transición, no ruptura con el franquismo. No se extinguió la dictadura, se metamorfoseó de gusano moribundo a real mariposa democrática. Puede que esa mutación del franquismo a monarquía parlamentaria (o sea, esa Transición Que Se Estudia En Todas Las Universidades Del Mundo) fuese lo mejor que nos podía pasar. Estoy convencido de que fue importante lo que se hizo y cómo se hizo, y nos sirvió para salir adelante. Tal vez fuera lo más inteligente que se pudo hacer en ese momento… pero quedaron muertos en el desván. Cerramos las heridas y quedaba pus bajo las cunetas. El franquismo permaneció, fresco como una flor, en la judicatura, en el ejército, en las fuerzas de seguridad del Estado, en el funcionariado, en el mundo empresarial, en las finanzas y políticamente se llamó desde entonces Alianza Popular —acuérdate, Antonia, de los Siete Magníficos ministros de Franco—, y luego se refundó en el Partido Popular, y del PP salió un tumor neofascista llamado VOX… y mantienen vivas en la sociedad las esencias de un régimen criminal que no se condenó en su momento, como debió hacerse. Siguió vivo el franquismo, y sus herederos se convirtieron en demócratas de toda la vida. Esa sociedad profunda y estos partidos políticos siguen con la pulsión de partido único. No asimilan que en democracia a veces se gobierna y a veces no… y no pasa nada, Antonia (bueno, vale, se pierde el BOE y numerosos chiringuitos de confianza y miles de puestos de trabajo para amiguetes y tal, pero se debería asumir con deportividad, diría servidor…)

Por eso necesitamos esa ley de memoria. Porque hubo que tragar ruedas de molino en la Transición, y callar y aceptar el perdón de los pecados para los verdugos. Fue el precio para continuar la historia en paz. Durante la Transición tuvimos una espada de Damocles sobre la nuca. Pero, ahora, cada cuerpo que exhumamos de las fosas comunes es un grito de cuencas vacías dirigido directamente a los asesinos. Y hay herederos ideológicos en el PP y en VOX que se sienten aludidos, señalados, avergonzados. Por eso pretenden hacernos creer que exhumar víctimas del franquismo deteriora la convivencia de los españoles y nos llaman desde los escaños buscadores de huesos (o de subvenciones)… además de repetir en todos los foros los tradicionales mantras: hay que dejar en paz a los muertos; lo pasado, pasado está; hay que mirar al futuro; ¿para qué remover viejas heridas?

Dice el presidente del PP que cuando llegue a la Moncloa va a derogar la próxima ley de Memoria Democrática por faltona y parcial —la verdad es que a la derecha española nunca le ha gustado que saquemos a sus muertos del armario—, y la va a sustituir por una ley de concordia… en Andalucía ya tenemos un Comisionado de la Concordia que sustituye a la Dirección General de la Memoria Democrática. Lo lleva políticamente gente de VOX, por cierto. Era una de las condiciones para apoyar al gobierno andaluz del PP y Ciudadanos. La zorra en el gallinero… Son maquiavélicos y listos, hay que reconocerlo, Antonia. Oponen a la ley de memoria una ley de concordia dando por hecho que ambos conceptos son antagónicos… si recuperamos la Memoria nosotros nos encargamos de que no haya Concordia es lo que vienen a decir. Utilizan esa palabra: CONCORDIA. ¿Quién se podría oponer a una ley de concordia nacional? ¡Nadie! Nadie desea la discordia y nadie razonable se va a oponer a que los españoles recuperemos otra vez la concordia. Pero en boca de estas personas, concordia significa olvidar las cunetas y el crimen que cometieron sus mentores. ¡Son buenos, los tíos! ¡Son muy buenos utilizando el lenguaje y las palabras para hacerse con el relato! Son muy buenos sembrando la discordia y los malos modos en el parlamento, y en el mundo político, para luego proponer la solución al ambiente irrespirable que ellos mismos generan. Como siempre hacen.

No sé, Antonia… los nazis perdieron la guerra y se les condenó en Nüremberg. Todos entendimos y aceptamos que esos crímenes eran condenables. Pero los franquistas ganaron su guerra contra la República y nadie en España pudo condenarlo (los que habrían querido estaban muertos o exiliados). Y tuvieron 40 años para desarrollar una sociedad con valores antidemocráticos. Tuvieron tiempo para tapar sus crímenes inventando un relato a su medida. Y cuando murió el dictador, tampoco se le condenó. Y, por si acaso, a los franquistas y a sus crímenes no reconocidos se les amnistió en 1977… fue el precio de una Transición modélica. Y ahora salen de nuevo retomando el relato franquista de la historia. Insisten en que es mejor no recordar más cosas. ¡Para qué tanta ley de memoria! Mejor aplicamos una ley de concordia porque, al fin y al cabo, en su relato no existió el golpe de Estado de 1936, aquella guerra que provocaron fue una cosilla entre los que querían democracia sin ley y los que preferían ley sin democracia. ¡La madre que nos parió! Por lo menos reconocen que lo suyo no era democracia, ¡que ya es algo!

No. Nosotros no tuvimos nuestro Nüremberg y, por eso, en la conciencia colectiva de los españoles no está asentada la convicción de que el franquismo fue un régimen criminal y condenable. Y, por ejemplo, los herederos de aquellos españoles, como el señor Almeida, alcalde de Madrid, se permite el lujo de arrancar las placas de granito con los 2937 nombres de víctimas fusiladas por el franquismo en el cementerio de la Almudena. Aduce que no están todas las víctimas de Madrid, pero calla que los asesinados en Paracuellos, en las calles, en los cementerios y en las chekas madrileñas llevan 84 años siendo reconocidos como mártires y víctimas de la barbarie roja. Nadie duda de esos otros crímenes. La pena es que las 2937 víctimas del franquismo vuelven a estar tiradas por el suelo, maltratadas y silenciadas oficialmente en el siglo XXI. Y, para rematar la tropelía, también se arrancaron, por impertinentes, los versos de Miguel Hernández que iluminaban el intento de Memorial madrileño: «…porque soy como el árbol talado, que retoño: porque aún tengo la vida». Pero lo que retoña son los valores que produjo esas 2937 víctimas.

La concordia —ese concepto tan necesario en España y que los herederos del franquismo se quieren apropiar— pasa por mantener viva la Memoria y el reconocimiento de las víctimas. Para que haya concordia es preciso que las víctimas y los verdugos se reconozcan mutuamente como tales. Hoy solo viven los herederos. Unos biológicos, otros ideológicos. La pregunta es: ¿Cuándo reconocerán los herederos ideológicos del franquismo que sus mentores fueron militares sin honor, miserables fascistas y verdugos de moral católica? ¿Cuándo, Antonia?

 


miércoles, 21 de julio de 2021

Insigne poeta gaditano, sin duda

 Este artículo se publico en La Voz del Sur

Don José María Pemán y Pemartín no era hombre que amara la democracia. El concepto básico de un hombre, un voto —que suele servir para construir la convivencia— era, para el insigne poeta y diputado gaditano, algo prescindible. Sus convicciones no iban por esos derroteros, encajaban mucho mejor con una forma de gobierno fuerte y trufado de militarismo autoritario. Lo decía él mismo, que vestía con frecuencia el uniforme del requeté en sus arengas patrióticas por el frente, y lo dejó por escrito sin metáforas y sin vericuetos poéticos. En el discurso que pronunció en San Fernando el 19 de diciembre de 1936, en el homenaje al alcalde impuesto, don Ricardo Isasi Ivison (comandante de intendencia de la Armada, sublevado), no tuvo remilgos en afirmar que un Estado verdadero no puede existir sin un espíritu militar que lo impregne de virtudes castrenses: «Ricardo Isasi es un excelente alcalde —decía Pemán— porque antes fue un perfecto militar […] no hay Estado vivo y verdadero, sin un espíritu militar que lo rodee de virtudes castrenses y de vigilantes previsiones» (1). Ideas que encajaban perfectamente en el carácter militarista que definía el fascismo de la época.


 

Sin duda, Pemán debió sentirse cómodo rodeado de las virtudes castrenses de la dictadura militar que estaban perpetrando en 1936. Él prefería un gobierno en manos de militares sin honor —sin honor, digo, porque habían violado la promesa de fidelidad a la República—, rodeado de fascistas y católicos anclados en el Concilio de Trento, una élite dirigente capaz de enmendar sin miramientos comportamientos equivocados… y, por supuesto, ellos decidían cuáles eran los comportamientos equivocados sin apelar a consensos ni zarandajas democráticas. Pemán desarrolló esta idea en muchos de los discursos y artículos que perpetró durante la guerra civil. Lo dejó por escrito, se puede consultar, y estaba orgulloso de lo que decía y sentía.

Pensaba el poeta que la guerra civil del 36 era necesaria si queríamos una patria como Dios manda. Algo molesta la guerra, vale, pero necesaria. Lo dijo abiertamente ante los micrófonos de Radio Jerez el 12 de agosto de 1936 (luego se publicó extensamente en la prensa local) (2). Decía Pemán que «…bueno era que todos nos fuéramos haciendo a la idea austera de que estamos en guerra; y es necesario que esta idea se apodere de todos los espíritus para que sustituya a aquella de que vivimos un golpe militar». Explicaba más adelante que un golpe de Estado fácil y rápido habría sido demasiado barato para rescatar el tesoro que es la Patria, «…que ese tesoro tiene un alto precio, el del dolor de una guerra que por dura que sea, era necesaria y conveniente». Eso decía el insigne poeta justificando la necesidad de la guerra que ganó el general Franco y sus conmilitones.

También se prodigó don José María en propiciar la represión militar y fascista contra los vecinos de Cádiz y provincia. Ahondó el insigne poeta en la necesidad de perseguir a los republicanos que se podrían oponer a la barbarie desatada por militares, falangistas y requetés. Pemán proponía reprimir a esos españoles y tampoco lo ocultaba. Decía en su famoso artículo La hora del deber: «En una guerra civil del tipo de la que vivimos… el enemigo está en casa, pues siempre aún después de derrotado, queda enemigo conviviendo receloso a nuestro lado, emboscado en el disimulo…» (3). Y, en consecuencia, a ese enemigo conviviendo receloso a nuestro lado, emboscado en el disimulo, había que señalarlo y neutralizarlo si se quería perpetrar con éxito una patria limpia de judíos, masones y marxistas. Palabras que pudieran hacer pensar que Pemán fuera cómplice de la barbarie desplegada en la retaguardia fascista. También propuso amenazas a los que se resistieran al Glorioso Movimiento Salvador de la Patria. Decía en su arenga del 22 de agosto de 1936: «Obrero, estás a tiempo de enmendar tu camino. No te dé miedo lo que hayas sido o a donde hayas pertenecido. Ten en cuenta que el castigo para los que se oponen al movimiento salvador será seguro…» (4). A pesar de su gracejo habitual, hablaba en serio el poeta.

Pero aún llegó a ser más explícito don Jose María. Explicaba el insigne vate, con su lenguaje sencillo, que la guerra civil era la única manera de extirpar de raíz el marxismo antipatriota y nos recordaba que «…si en aquella otra guerra la Virgen del Pilar no quiso ser francesa, menos puede querer ser ahora rusa». Y añadía que esta guerra era conveniente porque España estaba cayendo «…en la languidez del marasmo marxista de los sin Dios ni Patria, hasta que el Dios poderoso del Ejército, con mano dura, pero bendita por la paz que nos traerá, nos despierta a la realidad. En el transcurso de esa guerra nos purificaremos» (5).

 No, no tenía el insigne poeta un discurso integrador para vencedores y vencidos. Unos acabarían purificados, como decía, los otros acabaron en las fosas comunes de Cádiz, San Fernando, Jerez, Puerto Real, El Puerto de Santa María, Grazalema, Conil, Marrufo, etc. Este era el Pemán que asumió la jefatura del Servicio Nacional de Primera Enseñanza en octubre de 1936… cuya labor depurativa de maestros y libros vamos a suponer conocida. Sus compañeros de la Academia Hispanoamericana de Ciencias y Artes de Cádiz decían de don José María que era «…el preclaro tribuno nacionalista como ejemplo del más vibrante patriotismo nacional» (6). Sin duda lo era.

 Don José María Pemán tenía un verbo cristalino (7): «El pueblo español ama la justicia pura…», decía. ¿Pero, qué era para Pemán la justicia pura? La que «…no se detiene en escrúpulos legalistas». Y añadía para justificar la atrocidad: «…es popular todo Régimen, todo Caudillo, todo hombre que administra paternal e inflexiblemente una amplia justicia extralegal». Semejante invitación —actuar al margen de lo legal— cayó en terreno fértil y tal reflexión, en boca de tan influyente orador e intelectual, invitó al exterminio extralegal de los que ellos llamaban genéricamente rojos, en las tapias de los cementerios de medio país. Lo que decía el insigne poeta gaditano formó parte de un discurso de odio que muchos utilizaron para justificar la barbarie que desató el fascismo en España.

 Hace pocos días, la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico de la Junta de Andalucía (Comisionado de la Concordia) organizó un homenaje al insigne poeta por el 40 aniversario de su fallecimiento. Se celebró en el oratorio de San Felipe Neri de Cádiz. Doña Patricia del Pozo, consejera de la cosa, dijo que Pemán reunía «valores de generosidad y concordia» y que «luchaba y soñaba por la restauración de la Monarquía y de la democracia constitucional». Dijo tal cosa como si Pemán quisiera exactamente lo que hoy tenemos en España: monarquía y democracia constitucional.

 No sé… deberíamos reírnos por la broma de la señora consejera. A carcajadas, diría. Pero es que esto es un drama. Otro drama español.

 

Nota 1 > Parte del discurso de José Mª Pemán dado en el homenaje tributado a don Ricardo Isasi Ivison, alcalde de San Fernando, celebrado en el ayuntamiento de la ciudad en diciembre de 1936. Discurso íntegro publicado en La Correspondencia de San Fernando, 21 diciembre 1936. El homenaje que San Fernando tributó el pasado sábado al alcalde don Ricardo Isasi Ivison.
Nota 2 > Alocución radiofónica transcrita en Diario de Cádiz, 13 agosto 1936.
Nota 3 > La Correspondencia de San Fernando, 22 agosto 1936. La hora del deber.
Nota 4 > Diario de Cádiz, 23 agosto 1936. Nueva conferencia de don José María Pemán.
Nota 5 > Ibídem.
Nota 6 > La Correspondencia de San Fernando, 12 noviembre 1936. Homenaje a don José María Pemán.

Nota 7 > Nota 1.