miércoles, 10 de junio de 2015

La penumbra

Por más luz que apliquemos jamás extinguiremos las sombras. Pero, ¡qué coño! Todas las cosas humanas, cualquiera de los asuntos que toquemos, lucen mejor cuando los iluminamos. Gracias a esos contrastes comprendemos los volúmenes, las distancias y los grises… esa cualidad indispensable de nos hace a los hombres estar en la penumbra… no ser luz y no ser sombra.


En invierno, cuando llegaba al laboratorio, el Sol caía tangencialmente sobre la mesa de trabajo. Los matraces abandonados el día anterior regalaban entonces luces y sombras para el que las quisiera ver. Eran generosos dibujos en la superficie blanca. Y tan efímeros –el sol nunca se detenía lo suficiente- que provocaban la ansiedad de perderlos…

Sí… luces y sombras, el eterno dilema del hombre… ¿Cuándo entenderemos de corazón, que somos indisolubles, y que si hay sombras es porque hay luz al otro lado?

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