El 1961 se construyeron en Punta Cantera los dos primeros polvorines Tipo A. Los de ese tipo son muy simples, simulan un túnel excavado en la roca y cubiertos de tierra por todos lados excepto por la puerta. De esta forma la temperatura interior debería permanecer estable durante todo el año. Esto de la temperatura es fundamental para mantener en buenas condiciones las municiones que contengan… es decir, para que exploten cuándo y cómo deben explotar, ni antes ni después.
Pero el servicio de mantenimiento de los polvorines de Fadricas observó que la temperatura media en esos nuevos polvorines era excesivamente alta y se corría el riesgo de inutilizar las toneladas de munición que contenía cada uno de ellos… ¿Qué estaba pasando? Pues simplemente que nadie había caído en la cuenta de que las puertas metálicas estaban orientadas a poniente, y que el sol inmisericorde de estas latitudes incidía sobre ellas ininterrumpidamente desde medio día hasta el ocaso… En consecuencia, el interior se calentada por la radiación que emitía el metal de la puerta y alcanzaba 5º C más de lo debido.
O sea. Expediente va. Expediente viene. Soluciones propuestas por brillantes hombres, presupuestos de obras para hacer una recámara entre la puerta metálica y la munición que amortiguara la cosa… etc. Pero —¡oh, la confluencia cósmica— cuando el expediente llega a manos del jefe accidental de los polvorines de Fadricas, en esos momentos capitán de corbeta don Luis Berenguer [autor de “El Mundo de Juan Lobón”, ingeniero de armas navales, que fue Premio Nacional de la Crítica en 1968, y que prestigió con su nombre un notable premio anual de novela y una biblioteca municipal], propuso algo mucho más simple, bonito y barato: sombrear la puerta metálica mediante un techado levantado con elementos de fortuna y cerrarlo con una celosía de ladrillos. Y así se hizo. La verdad es que era muy raro ver unos polvorines, tan serios ellos, con esos porches delante de la puerta… pero funcionaron estupendamente. La temperatura se estabilizó en niveles adecuados y los porches se mantuvieron hasta el desalojo de los polvorines en 2001.
Pero el tiempo lo disuelve todo. Y en 20 años se han caído las piedras, las palabras han volado y los recuerdos se han diluido. Ya se han caído los porches de don Luis Berengurer empujados por el levante, el poniente o manos humanas. Por eso, sirvan estas palabras para mantener la Memoria de ese bello lugar que es Punta Cantera.
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