viernes, 21 de febrero de 2020

Mientras dudamos



Mientras dudamos, mientras pensamos con cuidado qué tenemos que hacer, el fascismo del siglo XXI progresa con decisión… La imagen que se me forma en la cabeza cuando escribo estas palabras es la de tres militares sin honor que el 18 de julio de 1936, en trajes de campaña, correajes y pistolas al cinto, suben las escalinatas del ayuntamiento de San Fernando (Cádiz) y detienen a punta de pistola a los concejales republicanos de la ciudad. ¿Su autoridad? Sus pistolas y la amenaza de usarlas. La decisión, la marcialidad y la osadía de esos tres militares indeseables se hizo proverbial. Mientras todo el mundo en San Fernando permanecía expectante ante el desafío del general Franco y el ejército de Marruecos, ellos se adelantaron, tomaron la iniciativa y vencieron… el que golpea primero, golpea dos veces. Mientras la gente de honor pensaba qué cosa debía hacerse, el fascismo del siglo XX tomó el poder en San Fernando y en media España.


Hay algo atávico en el ser humano que nos predispone a desbloquear el instinto más bajo, lo más brutal de nosotros. Dicen los que saben de estas cosas que nuestro cerebro de reptil (que ni piensa ni siente, solo actúa) sigue vivo y latente ahí debajo, en lo más profundo de la masa encefálica, proponiendo una conducta instintiva, poderosa y muy resistente a los cambios. Esa parte del cerebro es la que nos hace territoriales y violentos, y la que nos inclina a defender lo más primario para sobrevivir: mi tribu, mi territorio, mis fronteras, mi hembra, mi prole, mi tradición, mis dioses, mis enemigos… y, en nombre de estas claves, ese cerebro es capaz de cometer las mayores atrocidades mediante respuestas elementales, poco complicadas en lo emocional y en lo intelectual. Cuando dejamos actuar a nuestro cerebro reptiliano nos comportamos como animales salvajes. Las dos guerras mundiales del siglo XX y, sobre todo, los genocidios perpetrados fríamente por los regímenes totalitarios lo muestran. Los animales, no tienen opción… pero la gente civilizada sí la tiene.

A esta parte irreflexiva del cerebro apelan las ideologías totalitarias con éxito asegurado. Ocurrió así con el fascismo italiano, el nazismo alemán, el estalinismo soviético, el franquismo carpetovetónico y demás ponzoñas ideológicas que hoy vuelven a aflorar como setas después de la lluvia. Fueron —y vuelven a ser— ideologías que apelan a lo más primario del ser humano con mensajes sencillos (…en España no puede quedar ni un judío ni un masón ni un rojo, por ejemplo) que tuvieron inmediatas respuestas atávicas y brutales. Es decir, respuestas que aquí en España llenaron las fosas comunes de masones y rojos, ciudadanos que no cabían en esa España excluyente que diseñaron militares sin honor y fascistas sin misericordia… porque esos conceptos-valores [honor y misericordia] no se conjugan en el cerebro reptiliano.

En esas ideologías no caben ni el altruismo ni la empatía, porque tampoco caben en el cerebro de reptil: no está hecho para esas tareas. En los comportamientos fascistas, sincronizados con las potencias del cerebro reptiliano, priman los intereses de la pequeña tribu, lo demás es prescindible. Las conquistas de la historia, el humanismo en sentido amplio, el arte y la poesía, la inteligencia y la sensibilidad, todo lo trascendente, la lucha por colocar al hombre y a la humanidad en el centro de la reflexión por encima de los catetismos nacionales… nada de eso tiene la menor importancia, son cosas prescindibles para los comportamientos fascistas. America, first. Arriba España. Una Patria, un Estado, un Caudillo…

Se nos olvida que las conquistas de la civilización son lo único que disponemos para domeñar nuestros atavismos más primitivos, es decir, para atajar los fascismos del siglo XXI. Desgraciadamente la costra de civilización que hemos creado es extremadamente frágil… ¿qué son cinco mil años de culturas humanas frente a los 3000 millones de evolución biológica para que sobreviva el más fuerte?

Y mientras dudamos qué debemos hacer con la civilización, el nuevo fascismo progresa adecuadamente para destruirla otra vez. El hombre reptiliano vuelve a mandar… es la reconquista de los hombres sin complejos.

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