Teníamos
una deuda con Cayetano Roldán, último alcalde republicano de La Isla. Este
pueblo le debía una reparación. A él, a sus hijos y a su familia. También debemos
una reparación a sus compañeros de corporación, asesinados igualmente en 1936. Y
debemos una reparación los compañeros de fosa, esos doscientos muertos que le
acompañaron en la tierra durante 83 años. Parte de ellos ya están exhumados
gracias al movimiento memorialista que se inicia con los republicanos de la
Isla en 1991 y cristaliza hoy, 28 años más tarde, en AMEDE (apoyados, por
supuesto, por las administraciones, es justo decirlo) y, sobre todo, gracias a
los familiares y voluntarios buscadores de huesos, como los llaman
algunos impresentables. Sacarlos a todos, identificarlos y entregarles la
dignidad robada es una asignatura pendiente para esta democracia… y para resolverla
es imprescindible mantener la voluntad política y mejorar la eficacia
administrativa de todos los implicados.
Busto en bronce de don Cayetano Roldán, obra de Cristóbal
Cepillo
El
busto de Cayetano Roldán se inauguró en su ciudad el 29 de octubre de 2019. Hacia
83 años de su asesinato. Está visto que tardamos demasiado en saldar nuestras
deudas con la historia. Exponer el busto al pueblo no es una meta en sí, es
solo un hito en el camino… Pero está bien que se exponga finalmente porque eso significa
que las plazas de La Isla empiezan a estar presididas por personas ejemplares
que dieron su vida trabajando por la República y la Democracia, y no presididas
por sus negadores. Un pueblo que se organiza en torno a la voluntad popular no
debería amparar a los que detestaban la democracia porque no son ejemplo de
nada. Pero ahí sigue el general, con un par…
Y
hablando de hombres de no amaban la democracia. El 18 de julio de 1936, a las 5
de la tarde, tres militares sin honor subieron las escalinatas del ayuntamiento,
llegaron hasta el salón de plenos, desenfundaron sus armas y detuvieron a los
concejales allí reunidos. Al alcalde Cayetano Roldán lo detuvieron el 22 de
julio, y a todos encerraron en el Penal de Cuatro Torres, en el Arsenal de la
Carraca. Pero no solo detuvieron a los concejales, representantes de la
legalidad republicana, el mismo 18 de julio empezaron a detener a masones,
maestros, dirigentes y afiliados a partidos de izquierdas, a sindicalistas y
trabajadores significados y, por supuesto, a todos los militares que se resistieron
al golpe de Estado. Detuvieron a toda persona susceptible de oponerse
intelectual o físicamente a la sublevación de los militares. Y a todos
encerraron en el Penal de Cuatro Torres.
A
partir del 10 de agosto comenzaron a distribuirlos. A unos los enviaron a la
Prisión Central del Puerto de Santa María, otros fueron a parar al Penal de la Casería
de Ossio. Y poco a poco los fueron asesinando… a los hijos de Cayetano Roldán
el 16 de agosto. Don Cayetano murió el 29 de octubre de hace ya 83 años. No
hubo juicio. No les hacía falta…
Un
año más tarde, Ricardo Isasi Ivison, uno de aquellos tres militares sin honor
que ocuparon el ayuntamiento pistola en mano, era alcalde de San Fernando. Recibió
tres oficios de otros tantos jueces militares preguntando por el paradero del
anterior alcalde. Y las tres veces, como una negación bíblica, contestó que se
desconocía el paradero de Cayetano Roldán y que, en los seis distritos de la
ciudad, no daban razón de él.
La
catadura moral de este personaje (que se vanagloriaba de haber detenido a esa
chusma izquierdista) queda refrendada en sus propios documentos con su
firma estampada en ellos. No es preciso calificarla. Es la que es.
Y
frente a esa catadura moral, se engrandece la figura de Cayetano Roldán. Hay
tres factores que coinciden en este hombre y lo hacen extraordinario: su condición
humana y moral, su compromiso político y su calidad profesional. Les voy a
contar brevemente
dos episodios de su vida que muestran la confluencia de estos valores en el
alcalde asesinado.
El primero ocurre en 1935. Cayetano y sus compañeros
ideológicos eran en esos momentos proscritos políticos. Habían sido expulsados
de sus escaños de concejales que ocupaban, por elección popular, desde mayo de
1931. Cayetano era en ese momento director del Hospital de San José. Por esos
días había llegado de Sevilla un camarero en busca de trabajo. No tenía donde
caerse muerto y una noche, mientras comía unos trozos de pescado frito que le
habían regalado, lo detuvieron, lo metieron en el calabozo municipal y le
dieron una paliza de muerte. ¿Por qué? Porque en 1935 las autoridades que
regían la República no distinguían entre un vago, maleante y proxeneta, y un
obrero en paro que no tenía donde caerse muerto. Los primeros eran potenciales
delincuentes, y el obrero pobre era un potencial revolucionario… cuando las
personas no tienen esperanzas pasan esas cosas, que se convierten en
revolucionarios. Y por eso las autoridades permitían que no hubiera diferencias
entre vagos y obreros pobres.
A la mañana siguiente llevaron al camarero hasta el
Hospital de San José. Lo atendió Cayetano Roldán… la piel le salía a tiras
cuando le quitamos la ropa… ¿Qué hacer ante la evidencia? Es aquí donde
aflora la condición humana y moral, el compromiso político y la calidad
profesional de Cayetano Roldán. Denunció la tortura al juez de instrucción (un
personaje que llegado el 18 de julio se pondría a disposición de los golpistas),
que abrió sumario por lesiones a tres guardias municipales y un falangista y policía.
Los metió en la misma prisión municipal donde habían torturado al camarero. Desconocemos
cómo terminó el sumario… pero ese policía que había sido denunciado por Cayetano
Roldán se convirtió en el jefe de la Comisaría de Investigación y Vigilancia de
San Fernando, y en jefe de investigación de la Falange local después del 18 de
julio. Este sujeto fue el responsable de un informe policial sobre Cayetano
Roldán que lo define como un depravado… ¿Por qué? Porque cuando despojas de
humanidad a un hombre, cuando lo conviertes en un depravado, es más sencillo
asesinarlo o justificar su asesinato si ya está muerto. Un discurso de odio
siempre viene bien para tranquilizar las conciencias y para justificar lo
injustificable.
El segundo episodio ocurre en 1932. Demuestra
documentalmente que todos reconocían en la ciudad la bonhomía de Cayetano
Roldán. En un pleno municipal, uno de sus adversarios políticos (un hombre que
llegado el momento se adhirió al Glorioso Movimiento Nacional) pidió que
saliera del pleno porque se iba a tratar un asunto que le concernía. Salió
Cayetano, y su oponente explicó que el director del Hospital de San José había
permanecido veinticuatro horas seguidas tratando de salvar la vida de un
paciente (no es la única vez que ocurrió un episodio como éste). Pero no pudo
ser. Falleció el joven a pesar de los esfuerzos del médico, y el suceso provocó
pesar en la Isla. El adversario político del Cayetano propuso que constara en
acta el reconocimiento y gratitud de la Corporación hacia tan ejemplar y
humanitario médico. Y por unanimidad se aprobó.
Condición
humana y altura moral, compromiso político y calidad profesional aunadas en la persona
ejemplar de don Cayetano Roldan Moreno, último alcalde republicano de San
Fernando. Asesinado por las hordas fascistas. ¡Salud y República, viejo amigo!
2 comentarios:
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