A finales de 1931,
apenas iniciada la II República española, faltaba en San Fernando un partido de
inspiración y obediencia católica. Algo que aglutinase sin complejos —como se dice ahora— a las derechas
dispersas, e hiciera frente a socialistas y republicanos de izquierda que
gobernaban el municipio. Por eso se creó la agrupación local de Acción
Ciudadana, con valores ideológicos
coincidentes a nivel nacional con los de la futura CEDA (Confederación Española
de Derechas Autónomas), que dirigirá más adelante Gil Robles. La presentación
ocurrió el domingo 20 de diciembre de 1931, en un mitin celebrado en el Teatro
de las Cortes, y que relata magníficamente el Heraldo de San Fernando…
…y
la mujer fue figura determinante.
Mujeres celebrando la llegada de la II República
Tal agrupación política aglutinaba fundamentalmente a las clases acomodadas de la ciudad, comerciantes, industriales y militares retirados de la Marina —personas de orden y de recta moral, se decía—. Más o menos lo que hoy serían los tres partidos de la derecha carpetovetónica, la que va sin complejos. El mitin fundacional fue un rotundo éxito de concurrencia «…por la valía de las personalidades congregadas, y principalísimamente por la concurrencia del bello sexo, que por primera vez en San Fernando acudió en crecido número a un acto político, evidenciando con ello cómo la mujer isleña se preocupa del porvenir de la Patria…».
Por
lo que se ve, no había jornaleros, braceros, cargadores de sal ni albañiles o
panaderos en el patio de butacas, ni siquiera en las filas más alejadas… y sus
mujeres, tampoco. El cronista, siguiendo con su delirante entusiasmo, explicó
que la presencia de tantas mujeres aportaba la
encantadora perspectiva de su belleza y, lo que era más importante, dice
que ese exquisito perfume de feminidad,
hizo que los oradores (todos ellos masculinos, por supuesto) elevaran su
discurso, humanizaran sus ideologías y evitaran toda suerte de estridencias…
Presidió
el acto don José Cousillas, capitán de navío retirado. Y don Francisco Hierro
Benítez, concejal socialista (de cuando el partido socialista era una cosa
revolucionaria), asistió como delegado de la autoridad municipal, que era una presencia
preceptiva en todo acto público. El señor Hierro se tragó todos los sapos que
se dijeron.
Intervinieron
varios oradores. Un practicante gaditano llamado don Marciano Martín Gil, que «…con
verbo fluido y primoroso saluda con galanes frases al auditorio, y muy en especial a la mujer, a quien dedica
párrafos de rendido lirismo que son justamente ovacionados». Continúa
explicando el orador que a ellos les repugna el sectarismo de las doctrinas
socialistas y concluye su discurso con un «…brioso llamamiento a la mujer, a
los jóvenes, a obreros y patronos; a los hombres todos de buena fe para que
salven la Patria y los ideales que sustenta la acción ciudadana».
Otro
de los oradores, don Luis Pereira Darnell, capitán de Infantería retirado,
invocó especialmente a la Virgen del Carmen y apeló a la defensa de la Patria,
de la religión, la familia y del orden. También este discurso mereció la ovación
de los concurrentes, por supuesto. Finalmente habló don José Llauradó, capellán
mayor de la Armada, retirado ya —la iglesia no podía faltar en el aquelarre
conservador—, que se quejó de la invasión de la política en los templos
religiosos «…apostrofándola [la intromisión] con tal energía que el delegado
gubernativo [señor Hierro] llamó la atención de la presidencia sobre la
corrección de las formas». Siguió el clérigo, ya con un verbo más suavizado,
manifestando la necesidad de defender la civilización de Cristo, el orden y el
trabajo. El acto finalizó «…con un grito que hoy resulta espectacular: ¡Por mi Dios, por mi patria y por mi dama!».
Mismamente como el mío Cid.
Sin
duda, para las derechas de 1931 el bello
sexo era un bonito adorno… Para algunos el tiempo pasa en balde.
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