Más info sobre la represión franquista en San Fernando
Este artículo se publicó en La Voz del Sur
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La huella del
hombre muerto es irrepetible. Tuvieron que pasar tres mil millones de años de
evolución para llegar a Domingo Sánchez Rodríguez, un barbero de veinticinco 25
años, vecino de Alcalá de los Gazules que murió asesinado por los fascistas
españoles. Ningún ser humano ha nacido igual a otro ser humano. Y la huella de cada
dedo de cada hombre es única e irrepetible. Poco más dejaron para recordar a Domingo,
apenas una huella impresa en un papel en mitad de un archivo de viejos papeles.
La huella
irrepetible de Domingo Sánchez Rodríguez, asesinado
Puede que no
fuera el mejor hombre de la historia. Seguro que no. Tuvo sus devaneos con la
marginalidad social y, en consecuencia, la justicia de la II República española
lo condenó por robo a doce años y un día de reclusión. Pero nada hacía suponer
que los fascistas que tomaron el poder el 18 de julio de 1936 lo asesinaran. La
vorágine de sangre y sinrazón que desplegaron en San Fernando (Cádiz) acabó con
su vida irrepetible.
No todos los
hombres asesinados en la ciudad durante el Terror
Caliente —ejecuciones extrajudiciales cometidas en verano, otoño e invierno
de 1936— fueron potenciales opositores al golpe militar y fascista. No todos
fueron sindicalistas, masones, maestros, obreros y jornaleros significados,
políticos del Frente Popular, militares leales a la II República o dubitativos.
No. También mataron, con esa odiosa impunidad que gozaron los represores, a
presos comunes que tuvieron la desgracia de estar en el peor sitio y en el peor
momento. En San Fernando asesinaron sin razones y sin necesidad a un puñado de
presos comunes. Eran hombres procesados y condenados durante la república —antes
del 18 de julio de 1936— a distintas
penas de prisión por robo, hurto o estafa. Delitos que no merecían la muerte.
Nadie la merece…
…pero eso no
importó a los que tomaron el poder por la fuerza bruta de las armas. El
exterminio de la clase política de San Fernando, que fascistas y militares golpistas iniciaron
el mismo 18 de julio, alcanzó a ese puñado de presos comunes. Acabaron muertos y
enterrados de forma anónima e irrespetuosa en las fosas comunes de la ciudad. Y
olvidados también. No fueron héroes, ni defensores intelectuales de la
república, ni combatientes directos contra la barbarie fascista. Simplemente
estaban allí, inoportunos en una prisión que se llenó de personas incómodas para
el Glorioso Movimiento Nacional Liberador
de la Patria. Y no sabemos por qué los eligieron, tal vez se equivocaron de
lista y mataron a los que no estaban señalados con la macabra cruz. A estas
alturas de la historia no creo que alcancemos a conocer las causas reales.
Pero murieron. Los
mataron con premeditación. Un sacerdote los acompañó hasta el paredón, y los
atendió en los últimos momentos, poco antes de los disparos que acabaron con
sus vidas. Y estos curas dejaron anotados los datos de la fechoría en su Libro
Único y Secreto. Libro que hoy día permanece oculto, pero conocemos gracias a
la osadía de unos hombres que lo fotocopiaron a escondidas. De no ser así
tendríamos muy pocos indicios de estos asesinatos. Lo hicieron en dos paseos, el 15 y el 16 de octubre de
1936. En ambos casos estaban encarcelados en la Prisión Municipal de San
Fernando cuando la Superioridad —el
gobernador militar de Cádiz— ordenó el traslado de estos hombres a la Prisión
Central del Puerto de Santa María. En el primer caso existe una anotación en el
expediente que abrieron a Domingo Sánchez Pérez en la Prisión del Partido de
San Fernando, que dice:
«15 octubre 1936:
Sale conducido por la guardia civil para la Prisión Central del Puerto de Santa
María por virtud de orden de la Superioridad». Lo firma el Jefe, José Díaz.
Pero ese mismo
día Domingo fue asesinado junto a José Fernández Tizón, Julio González
Rodríguez, Miguel Rodríguez Cabeza, Manuel Rodríguez Castellano y Francisco Torres
Alcántara. Según los curas, todos ellos fueron enterrados en San Fernando. Al día siguiente sacaron de la cárcel municipal a otros
cinco presos comunes. Hay un recibo de entrega que dice:
«Prisión del
Partido de San Fernando. He recibido del señor jefe de la prisión de esta
ciudad a los procesados Juan Tejada Godoy, José Cañavate Rivera, Antonio de la
Llaga Filipo, Rafael Zapata Ruiz y José Mª Rodríguez Pérez para [conducirlos a]
la Prisión del Puerto de Santa María. San Fernando 16 octubre 1936. El sargento
[de la guardia civil]: Claudio Luengo Pisano».
Tampoco llegaron
a su destino. Ese mismo día los sacerdotes dejaron registrado que fueron
fusilados por aplicación del Bando de Guerra y enterrados en San Fernando.
Algunos de ellos, incluso confesaron con
edificación, dijeron. Sin duda, un triunfo para el sacerdote haber ganado esas
pobres almas para su causa…
…habría que
preguntar a las familias, cuando supieran el destino de estos hombres, qué
consuelo tuvieron.
Y, recuperada la
memoria, ¿qué hacemos ahora?
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