Hace más de
cuarenta años, cuando corrían los primeros de la década de los 70 del siglo
pasado, la esbelta cruz botonada aún seguía coronando el pórtico piramidal. Y,
desde luego, no era la primera generación de niños que jugaba en el camposanto
abandonado. Los de la Casería lo venían haciendo desde hacía décadas.
Paquito y Antoñín
cuentan que por esos años –los primeros de los 70- la puerta del Cementerio de
los Soldados estaba tapiada, pero eso no planteaba el menor inconveniente para
colarse. No hay disuasión posible que evite la curiosidad de un niño ante el
reto de un cementerio abandonado. Ellos entraban a través de un boquete en el
muro, justo el que daba junto al viejo osario.
Por entonces era un
boquete angosto, pero el tiempo y los procesos químicos y físicos –sin olvidar
la barbarie de algunos- lo han ido agrandando hasta dejar la última hilada de
ladrillos, y el copete que la corona, en una situación muy inestable.
Hace muy poco
tiempo hemos perdido el dintel barroco de la puerta del Molino de
Mareas de San José. Se ha caído a fuer de omisiones y dejadez… ¿Veremos
caer este trozo del Cementerio de San Carlos a pesar de la evidencia y la
denuncia, y a pesar de ser un BIC y formar parte del Mapa de la Memoria
Histórica de Andalucía?
Sí. Lo veremos…
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