Hace
falta una evolución biológica sin precedentes, y un proceso cultural vertiginoso,
para que algunos hombres sepan pintar la luz. He visto cuadros de Caravaggio —en
no recuerdo cuales iglesias de Roma— que me han dejado sin habla. Cada vez que
me detengo delante de las Meninas
trato de entender cómo ese hombre se las apañaba para convertir una simple tela en un espacio
profundo, usando apenas unos pigmentos coloreados. Y lo hacía
alternando luz y penumbras… No entiendo cómo era capaz de construir tal volumen
sobre una superficie.
Tampoco
entiendo los brochazos que planteaba Sorolla en sus telas. Que cuando te
acercas son manchas de color sin forma y sin aparente intención… ¡y cuando te
alejas tres metros se convierten en luz sobre piel humana! ¿Cómo lo hace? ¿Qué
composición neuronal ha ocurrido en esa mollera para crear tal belleza?
A
veces, yo mismo he jugado con la luz tangencial del amanecer sobre la mesa de un laboratorio
de pólvoras... A mi nivel, y con mis limitaciones, buscaba sombras y luces
que normalmente pasan desapercibidas. No sé muy bien con qué intención buscaba
no sé qué cosa…
Ayer
caminé despacio con unos amigos, y conversamos de cosas tranquilas. A veces es
indispensable sumergirse en la realidad sosegada, y dejar la política y las
crisis en sus mundos hostiles. Es bueno distanciarse de lo áspero de la vida y
crear un universo propio en el que quepan cosas amables. En la galería de arte
exponía Isabel Guerra, una monja autodidacta a la que llaman ‘la pintora de la
luz’. Y es cierto. Uno queda asombrado de la capacidad que tiene para crear resplandores.
Decía Luis María Ansón en su panegírico sobre la pintora que «…no pinta las mujeres, las telas, las maderas,
los cestos, las niñas, las frutas, las vasijas, las mesas, los bodegones. Eso
son pretextos. Pinta las luces que los envuelven y dan forma»
Me
dejó cavilando la idea-imagen que describe Ansón. Los hombres siempre dando vueltas
sobre los mismos conceptos. De nuevo no existen las cosas, existe la luz
que reflejan. Platón en estado puro.
La imagen: "Testigo de la esperanza", 2014. Isabel Guerra. Tomado del catálogo LA MODERNIDAD DE UNA PINTORA. Exposición en el Centro Cultural Casa de Vacas. Parque del Buen Retiro, Madrid, 2015
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