viernes, 25 de septiembre de 2015

Nacionalismos

No me gustan los nacionalismos. Me parece que los ciudadanos tenemos derechos y deberes por el simple hecho de ser ciudadanos, no por ser oriundos de uno u otro país. Nadie decide donde nacer. No podemos evitar ser de Ghana, Siria, Estados Unidos, España, Cataluña o cualquier otro lugar. Ser de un sitio o de otro no debería añadir ni quitar ni un solo de los derechos y deberes que todos tenemos como seres humanos. La condición de individuo debería ser el centro de todo el debate, y no su pertenencia a una nación, estado, grupo ético o nacionalidad, porque ya no estamos en las etapas infantiles de la sociedad, donde la nación, como trasunto de la vieja tribu, era un invento impostado y útil. Hoy ya sabemos que la nación es un concepto modelable a voluntad de una élite, y útil para los que se benefician de tal concepto, no para el común de la gente. En mi parecer cualquier individuo es mejor que cualquier concepto decimonónico. 

…pero, nos gusten o no, existen los nacionalismos. Están ahí. Cada uno se siente más identificado y en armonía rodeado de los suyos, de los de su misma cultura, de los que defienden los mismos valores. Sí, están ahí... y se asume. Es inevitable. Pero lo que no soporto es cuando un nacionalismo se reinventa hasta creerse mejor que otro. 



No entiendo que los ciudadanos de Cuenca (Cuenca o Tetuán, por poner ejemplos) tengan que decidir cómo tienen que gobernarse los catalanes… por mucho que la constitución así lo diga. No soporto que algunos descerebrados nacionalistas catalanes provoquen a los legionarios en su sede de Barcelona. Y no soporto que estos cavernícolas se arropen de banderas nacionalistas españolas y entonen su necrófilo himno en el metro de Barcelona. No soporto a mis conocidos que llevan años boicoteando los productos catalanes… porque con españoles de ese talante se entiende que los catalanes se quieran ir del estado español. No me gusta que los catalanes se inventen una historia ad hoc para crear nacionalistas catalanes como rosquillas insípidas. No me gusta que amigos y conocidos apelen al ejército como garantes de una pretendida sacrosanta unidad de España. Parece que están deseando ver a españoles reprimiendo a catalanes porque no se sientan españoles. Y eso pasa con el plácet de una constitución que sirvió en su momento, pero que ahora está superada. Ni me gusta ver a algunos de nuestros militares (aunque sean tres gatos) recordando entusiasmados cual es su función constitucional: mantener la unidad de España… y yo me preguntaría si hay que mantenerla por encima de la voluntad de un pueblo. La tarea constitucional de nuestro ejército debería ser mantener nuestra seguridad y defendernos de un enemigo externo, la pena es que está a sueldo de políticos nacionalistas que no quieren comprender otros nacionalismos tan ridículos como el suyo. Porque una cosa es que muchos o pocos catalanes sean unos antipáticos nacionalistas que se quieran marchar, y otra es que sean mis enemigos. Por mucho que lo diga la constitución, la unidad de una nación no se puede mantener a cañonazos… y si lo dice, hay que cambiarla.


...si en un piso cohabitan diez personas y dos se quieren marchar, no hay referéndum que valga. Si no hay posibilidad de convivir, se irán a otro lado. Cualquier otra componenda es un secuestro.

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