No me gustan los nacionalismos. Me parece que los
ciudadanos tenemos derechos y deberes por el simple hecho de ser ciudadanos, no
por ser oriundos de uno u otro país. Nadie decide donde nacer. No podemos evitar
ser de Ghana, Siria, Estados Unidos, España, Cataluña o cualquier otro lugar.
Ser de un sitio o de otro no debería añadir ni quitar ni un solo de los
derechos y deberes que todos tenemos como seres humanos. La condición de
individuo debería ser el centro de todo el debate, y no su pertenencia a una
nación, estado, grupo ético o nacionalidad, porque ya no estamos en las etapas infantiles
de la sociedad, donde la nación, como trasunto de la vieja tribu, era un
invento impostado y útil. Hoy ya sabemos que la nación es un concepto modelable
a voluntad de una élite, y útil para los que se benefician de tal concepto, no
para el común de la gente. En mi parecer cualquier individuo es mejor que
cualquier concepto decimonónico.
…pero, nos gusten o no, existen los nacionalismos. Están
ahí. Cada uno se siente más identificado y en armonía rodeado de los suyos, de
los de su misma cultura, de los que defienden los mismos valores. Sí, están
ahí... y se asume. Es inevitable. Pero lo que no soporto es cuando un
nacionalismo se reinventa hasta creerse mejor que otro.
No entiendo que los ciudadanos de Cuenca (Cuenca o
Tetuán, por poner ejemplos) tengan que decidir cómo tienen que gobernarse los
catalanes… por mucho que la constitución así lo diga. No soporto que algunos descerebrados
nacionalistas catalanes provoquen a los legionarios en su sede de Barcelona. Y
no soporto que estos cavernícolas se arropen de banderas nacionalistas
españolas y entonen su necrófilo himno en el metro de Barcelona. No soporto a
mis conocidos que llevan años boicoteando los productos catalanes… porque con
españoles de ese talante se entiende que los catalanes se quieran ir del estado
español. No me gusta que los catalanes se inventen una historia ad hoc
para crear nacionalistas catalanes como rosquillas insípidas. No me gusta que
amigos y conocidos apelen al ejército como garantes de una pretendida
sacrosanta unidad de España. Parece que están deseando ver a españoles reprimiendo
a catalanes porque no se sientan españoles. Y eso pasa con el plácet de
una constitución que sirvió en su momento, pero que ahora está superada. Ni me
gusta ver a algunos de nuestros militares (aunque sean tres gatos) recordando entusiasmados cual es su
función constitucional: mantener la unidad de España… y yo me preguntaría si
hay que mantenerla por encima de la voluntad de un pueblo. La tarea constitucional
de nuestro ejército debería ser mantener nuestra seguridad y defendernos de un
enemigo externo, la pena es que está a sueldo de políticos nacionalistas que no
quieren comprender otros nacionalismos tan ridículos como el suyo. Porque una
cosa es que muchos o pocos catalanes sean unos antipáticos nacionalistas que se
quieran marchar, y otra es que sean mis enemigos. Por mucho que lo diga la
constitución, la unidad de una nación no se puede mantener a cañonazos… y si lo
dice, hay que cambiarla.
...si en un piso cohabitan diez personas y dos se
quieren marchar, no hay referéndum que valga. Si no hay posibilidad de convivir, se irán a otro lado. Cualquier otra componenda es un secuestro.
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