La ciudad es amable a las ocho de la
mañana. Ella ronroneaba en la cama, y apenas ha emitido un gruñidito cuando me
he levantado. No sé cómo lo hace, pero se integra en el colchón y se convierten
ambos en un ser único. Por el contrario a servidor le repele el colchón, parece
que me pateara los riñones llegada cierta hora.
Y poco después, a las ocho y media de la
mañana, la terraza del 44 aún no está colocada. Frente a la estatua ecuestre de
Varela, el general franquista bilaureado, unos empleados municipales desmontan
los paneles portátiles de propaganda electoral, aún con los caretos sonrientes
mirándote seductores. Seguro que los que saben de estas cosas eligen las
posturas, los gestos, los fondos y los colores hasta el último detalle. Los homo sapiens tenemos eso, que usamos
pequeños detalles para categorizar a los individuos, y con un solo vistazo los
hacemos amigos, enemigos, competidores o colaboradores… No sé, nunca he visto a
ningún candidato fotografiado en su entorno habitual, en posturas casuales,
realizando tareas propias de un ciudadano. Por contra, siempre los retratan en
poses electorales, normalmente fingidas y forzadas. Y eso se me antoja el
primer engaño.
Ahora que lo pienso, a lo peor los
empleados que desmontan los paneles no son municipales, que me he enterado que
hace años que los municipios no pueden contratar directamente a nadie, puede
que pertenezcan a una subcontrata de una contrata externa. Y a los trabajadores
los han empleado por tres horas, trabajan ocho y le pagan dos… No lo sé, que
uno está aquí elucubrando con maldad, sin conocer las cosas. Pero casos
similares los he conocido de primera mano. Y aquí seguimos, bajo el cascaron
vacío de un ayuntamiento del XVIII, aceptando estas situaciones laborales como
si tal cosa; como si fuera lo más normal del mundo asumir la precariedad
laboral, porque nos han dicho que tenemos que ser productivos y competitivos, y
nos han convencido de que eso significa agachar la cabeza y levantar el culo. Y si no te gusta ahí tienes la puerta, que
mi empresa no es una ONG. Sí, lo aceptamos como si no hubiera
alternativa, como si fuera lo más normal del mundo…
…y lo es. Para nuestra desgracia, ya es
la única normalidad aceptada por la inmensa mayoría. Pues nada, ya tenemos
concejales electos. Los empleados precarios ya se han llevado los paneles con
los caretos perfectos. Y la vida sigue debajo de un ayuntamiento ruinoso, a la
sombra de un general de bronce cagado de palomas... y a pesar de todo, este
lugar, San Fernando, me parece una ciudad amable.
2 comentarios:
Eres mordaz. Me gusta tu humor. Y te cuento que tus crónicas se aplican ipisis literis en Chile, en Brasil, o en cuaquier otro rincón de este mundo sometido a un sistema perverso que nos ha transformado en esclavos disfrazados.
UN placer, verte Edite. Y, eso me temo, que en todas partes cuecen las mismas habas... Un abrazo.
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