martes, 5 de mayo de 2015

La familia de Berta

Coincidí con Berta no hace mucho. Es una mujer extraordinaria. Curtida en unas tormentas emocionales de las que se sale con muchísima dificultad… y a pesar de todo, siempre tratando de esbozar una sonrisa y animarte cuando era ella la peor parada. Esta vez nos vimos en un ambiente festivo, la boda de un sobrino, no en funerales donde siempre era la perdedora.

Primero fue su marido, un hombre grandote y algo bronco, pero con un corazón de miga de pan. Juanote, casi sin proponérselo, había conseguido reagrupar las tierras del cortijo que fuera de su bisabuelo, y que las sucesivas herencias habían ido fragmentando en pequeñas parcelas sin valor. Juanote amaba el campo reseco de la Córdoba más profunda. Era feliz en esa destartalada casa en mitad de unas tierras llenas de olivos y lagartos. Dicen ellos que es allí donde rezuma el mejor aceite de oliva del mundo. Un cáncer de pulmón se lo llevó cuando no pasaba de los 58 años y parecía robusto como un toro.


Quedó Berta viuda pero rodeada de dos hijos fuertes y guapos. Se volcó en ellos, retomó su carrera de maestra y se incorporó a un colegio de monjas… Entonces le mataron a su hijo mayor, Juan José, un joven nobilísimo y de extraordinaria fortaleza física. Un extraordinario ser humano que se deshacía en ayudar a cualquiera. Unos borrachos se saltaron un stop y lo arrollaron. Los criminales quedaron absueltos, por cierto. Juan José se habría casado a los dos meses con Pilar… Pilar juró no volver a amar a nadie y se mantuvo muy cerca de Berta, como su auténtica nuera. No importó que al cabo de unos años conociera a un hombre, tan extraordinario y bueno, que aceptó la relación inquebrantable entre Pilar y Berta. Y tampoco le importó a este hombre tener la hija que debió ser de Juan José, ni que esta niña llame abuela a Berta.

Y Berta se aferró a Chema, su único hijo vivo, lo último que quedaba de su sangre. Y se entregó a su trabajo en un aula de preescolar… y todos los días entraba cantando y haciendo reír a sus pequeños alumnos. Entonces se le murió Chema. Acababa de volver de Cuba, el cambio horario tal vez… posiblemente se durmió al volante. Tres semanas en coma, pero fue imposible. Berta quedó sola en mitad de una casa vacía, y oscura por más sol que entrara.

Fue poco después cuando los tres amigos de Chema llamaron a su puerta. Lo habían discutido entre ellos y la conclusión era clara: Berta debía saberlo. Chema tenía una amiga en Cuba, por eso viajaba con frecuencia a la isla. Y esta amiga cubana estaba embarazada de tres meses. Chema tendría un hijo póstumo y Berta un nieto de su propia sangre.

A veces me he preguntado qué clase de torbellino emocional recorrería esa mente cuando conoció la noticia… De estar en mitad de la oscuridad, a encenderse una llamita fresca delante de tus ojos. ¿Cómo podríamos describir los latidos de ese corazón? Seguramente las paredes de esa casa, el aire, la luz, todo volvería a palpitar. No sé…

Fue una niña de piel blanca y cabellos negros y rizados que se parece a Chema. Berta viajó a Cuba para conocerla, reconocerla y para decirle que era lo último que le quedaba vivo. Y que los tristes avatares de la vida habían convertido a esa niña en la única heredera de aquel cortijo cordobés que fuera del bisabuelo de Juanote… Y ahí andan, de papeles y trámites. Pero tarde o temprano se reunirán en ese caserón, y correteará entre los olivos detrás de los lagartos, como hiciera su padre al que solo conocerá en fotos antiguas.

Pues sí, no hace mucho coincidí con Berta en la boda de un sobrino. También estaban invitados, como miembros de su propia familia,  Pilar, su compañero y la hija de ambos. Aún no está la cubanita, pero todo se andará...

Dichosos los ojos que te ven, rubia mía —. Le dije mientras la abrazaba con fuerza. Siempre se ríe y no me hace mucho caso cuando le digo eso. A su lado estaba la hija de Pilar…

¿Por qué te dice rubia, abuela? Le pregunta la niña.

Vete tú a saber, hija  Le contesta —. Pero por si acaso tú no te fíes  de los hombres que te llamen rubia

Creo que hará bien.


3 comentarios:

Leonor dijo...

Triste pero esperanzadora historia.
Tienes una bonita forma de narrar.

Un beso.


Leonor

Mark de Zabaleta dijo...

Muy bien narrado....

Saludos

Miguel Ángel López Moreno dijo...

Gracias, amigos. Pero a veces la propia historia se lleva todo el mérito.