miércoles, 6 de mayo de 2015

Juan Correro: Lobo de Mar

Estábamos en el pasillo de un hospital, y recuerdo que a Lobo de Mar se le iluminó la cara mientras contaba la pelea que tuvo con un atún en mitad del estrecho. Él ya estaba enfermo. Una mierda de cáncer intratable carcomía su cuerpo, y aún así había salido a navegar con sus sobrinos. Llegaron a Ceuta en el barquito, se comieron una paella en el Parque del Mediterráneo y a la vuelta lanzaron la potera sin muchas esperanzas. Decía que el bicho picó a las cinco de la tarde, y que eran las once y seguía peleando. Que cuando consiguieron subirlo a bordo se le clavó uno de los anzuelos en la pierna y mientras intentaba cortar aquello con unos alicates, el atún dio un último coletazo y saltó otra vez al agua… 

Bueno —dijo—. Nos quedamos sin atún, pero cada uno, a su mane-ra, demostró que éramos capaces de conseguirlo. Un bicharraco con tanta vitalidad merecía vivir, tío.



No hace mucho que nos conocíamos. Ellos —Lobo de Mar y su mujer— son amigos de mis hermanos. Y eso se percibe: hay personas con las que estableces corrientes de simpatía desde el primer momento y con ellos ocurrió así. 

Recuerdo que su barquito estaba atracado en Marina del Este, cerca de Almuñecar, y a fuer de acompañar al grupo de amigos le fui conociendo. Era un cincuentón vital; alto, canoso, bien parecido, delgado y fornido. Corría, buceaba, visitaba diariamente el gimnasio. Llevaba una vida sana… Y hasta follaba todos los días, fanfarroneaba. Entusiasmado como un niño estaba con una aplicación de su móvil que le permitía identificar todas las estrellas del cielo…

Y se hacía muy duro oír a un hombre tan vital decir que los médicos no le daban esperanza, que lo único que le ofrecían era tiempo… y en esas circunstancias, cualquier tiempo siempre resulta escaso. Era muy difícil conversar de la muerte con un hombre al que aprecias… y el caso es que parecía que no existiera otro tema de conversación. Y se mostraba sorprendido y dolido… pero si yo he sido un tío sano toda mi vida, no he fumado, corría, buceaba, me cuidaba

Todos sabemos que la muerte nos acecha, pero nos dolía a todos que la suya tuviera fecha. Y le cuentas entonces tu experiencia… Fíjate en mi compi, desde que superó su cáncer no hacemos más planes que los inmediatos. Vivimos el día, sin pensar en el siguiente. Pero créeme, tío, no son palabras teóricas, es real: no hacemos planes. Vivimos a lo que salga…

Pero no creo que le sirviera de mucho. No sé… cuando hablamos por última vez habría dado cosas muy valiosas por ver feliz a Lobo de Mar.

No es difícil estar muerto, Milan —me dijo ese día—. Te lo digo de verdad. Lo malo es la espera

Hoy se te acabó el tiempo, compañero y sigo pensando lo mismo que tú…

…un bicharraco con tanta vitalidad merecía vivir, tío.


2 comentarios:

Unknown dijo...

Tuvimos la oportunidad de conocer a Juan, por esas tierras lejanas al sur del mundo, en Chile. Fue un privilegio. Lo llamábamos "Mi Rey" y nos reíamos harto. Un tipo como él merecía vivir, es cierto, (¿pero quién dijo que morir o vivir tiene que ver con merecer?) Lo que sí creemos, desde la distancia, es que vivió como un rey de verdad, hizo lo que le gustaba, recibió harto amor de su mujer e hijos. Mientras sea nombrado seguirá vivo en los que lo recordamos con cariño y ternura. Un abrazote a los amigos y a la familia, en especial a René y Lorena, quienes nos permitieron conocerlo. Edite y Yuri, Putaendo, Chile

Miguel Ángel López Moreno dijo...

Veo que Juan fue dejando un buen recuerdo allá por donde fue... Te mando un fuerte abrazo, Edite.