Estábamos en el pasillo de un hospital, y recuerdo que
a Lobo de Mar se le iluminó la
cara mientras contaba la pelea que tuvo con un atún en mitad
del estrecho. Él ya estaba enfermo. Una mierda de cáncer intratable
carcomía su cuerpo, y aún así había salido a navegar con sus sobrinos. Llegaron
a Ceuta en el barquito, se comieron una paella en el Parque del Mediterráneo y
a la vuelta lanzaron la potera sin muchas esperanzas. Decía que
el bicho picó a las cinco de la tarde, y que eran las once
y seguía peleando. Que cuando consiguieron subirlo a bordo se le clavó uno
de los anzuelos en la pierna y mientras intentaba cortar aquello con unos
alicates, el atún dio un último coletazo y saltó otra vez al agua…
— Bueno —dijo—.
Nos quedamos sin atún, pero cada uno, a
su mane-ra, demostró que éramos capaces de conseguirlo. Un bicharraco con
tanta vitalidad merecía vivir, tío.
No hace mucho que nos conocíamos. Ellos —Lobo de Mar y su mujer— son amigos de
mis hermanos. Y eso se percibe: hay personas con las que estableces corrientes
de simpatía desde el primer momento y con ellos ocurrió así.
Recuerdo que su barquito estaba atracado en Marina del
Este, cerca de Almuñecar, y a fuer de acompañar al grupo de amigos le
fui conociendo. Era un cincuentón vital; alto, canoso, bien
parecido, delgado y fornido. Corría, buceaba, visitaba
diariamente el gimnasio. Llevaba una vida sana… Y hasta follaba todos los días, fanfarroneaba. Entusiasmado como un
niño estaba con una aplicación de su móvil que le permitía identificar
todas las estrellas del cielo…
Y se hacía muy duro oír a un hombre tan vital decir que los
médicos no le daban esperanza, que lo único que le ofrecían era tiempo… y
en esas circunstancias, cualquier tiempo siempre resulta escaso. Era
muy difícil conversar de la muerte con un hombre al que aprecias… y el
caso es que parecía que no existiera otro tema de conversación. Y se mostraba
sorprendido y dolido… pero si yo he sido
un tío sano toda mi vida, no he fumado, corría, buceaba, me cuidaba…
Todos sabemos que la muerte nos acecha, pero nos dolía a todos que
la suya tuviera fecha. Y le cuentas entonces tu experiencia… Fíjate en mi compi, desde que superó su
cáncer no hacemos más planes que los inmediatos. Vivimos el día, sin pensar en
el siguiente. Pero créeme, tío, no son palabras teóricas, es real: no hacemos
planes. Vivimos a lo que salga…
Pero no creo que le sirviera de mucho. No sé… cuando
hablamos por última vez habría dado cosas muy valiosas por ver feliz a Lobo de Mar.
— No es difícil
estar muerto, Milan —me dijo ese día—. Te lo digo de verdad. Lo malo es la espera…
Hoy se te acabó el tiempo, compañero y sigo pensando
lo mismo que tú…
…un bicharraco
con tanta vitalidad merecía vivir, tío.
2 comentarios:
Tuvimos la oportunidad de conocer a Juan, por esas tierras lejanas al sur del mundo, en Chile. Fue un privilegio. Lo llamábamos "Mi Rey" y nos reíamos harto. Un tipo como él merecía vivir, es cierto, (¿pero quién dijo que morir o vivir tiene que ver con merecer?) Lo que sí creemos, desde la distancia, es que vivió como un rey de verdad, hizo lo que le gustaba, recibió harto amor de su mujer e hijos. Mientras sea nombrado seguirá vivo en los que lo recordamos con cariño y ternura. Un abrazote a los amigos y a la familia, en especial a René y Lorena, quienes nos permitieron conocerlo. Edite y Yuri, Putaendo, Chile
Veo que Juan fue dejando un buen recuerdo allá por donde fue... Te mando un fuerte abrazo, Edite.
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