28 de Septiembre de 2012. Treinta y tres
años, siete meses y veintitrés días después…
Bueno, pues jubilarse no es ningún mérito. En realidad
es una cuestión de paciencia y tiempo… El tiempo, eso que no vuelve, que se
escurre entre los dedos y nos atraviesa.
En esto del trabajo he sido un tío afortunado. Pasé la
niñez y primera adolescencia fabricando pólvora y lanzando cohetes que la
mayoría de las veces explotaban en lugar de volar… ¡y fijaos donde he acabado
trabajando! En un laboratorio de pólvoras y explosivos. Así que no puedo
quejarme… he trabajado en lo que ha sido mi pasión. Y eso me ha proporcionado
satisfacciones profesionales y personales… Este trabajo me ha permitido
publicar libros y artículos más o menos relacionados con la pólvora, por eso
digo que no puedo quejarme.
He visto pasar a muchas personas por este lugar de
trabajo. Ver pasar a la gente tampoco es un mérito. Y he aprendido que no todas
aportan algo interesante, pero todas acaban formando parte de lo que uno es. La
vida, al fin y al cabo, es una colección de momentos, de frases oídas, de
situaciones soportadas, de victorias, de retiradas… y aquí, en este lugar he
vivido un tercio de cada día de los últimos 33 años. Por tanto, parte de lo que
uno es, para bien o para mal, se ha forjado aquí. Y eso es una condición que ya
es mi propia condición… SOMOS LO QUE HEMOS VIVIDO.
…pero todo finaliza. Y el mundo continúa porque el
mundo no depende de ti. Sí, la vida continúa sin nuestra presencia. Y esta es
una lección de humildad que deberíamos aprender, y tener presente en nuestro
comportamiento con los demás: somos pasajeros, somos prescindibles, nada es
eterno…
Así que,
en lo que respecta al mundo profesional, hasta aquí hemos llegado. ESTO ES
TODO, AMIGOS... a partir de ahora haré todo sin prisas.
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